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El pasado martes, el presidente Iván Duque llevó a cabo en el Palacio de Nariño un muy merecido e importante acto de Conmemoración de los 100 años del natalicio de Álvaro Gómez Hurtado. Gómez Hurtado, cabe recordar, fue un abogado, político conservador, escritor y periodista y fue candidato presidencial en tres ocasiones: en 1974 contra Alfonso López Michelsen, en 1986 contra Virgilio Barco, y en 1990 a la cabeza de un movimiento suprapartidista, el Movimiento de Salvación Nacional. El 29 de mayo de 1988 fue secuestrado en Bogotá por el Movimiento 19 de abril (M-19). Tres años después fue elegido miembro de la Asamblea Nacional Constituyente que adoptó la Constitución de 1991. Álvaro Gómez fue asesinado en Bogotá el 2 de noviembre de 1995, víctima de un atentado cuando salía de las instalaciones de la Universidad Sergio Arboleda, donde dictaba la cátedra de “Historia Política y Constitucional de Colombia”. En el Acto de Conmemoración, el presidente Duque relató que Álvaro Gómez venía siendo su profesor en la Universidad Sergio Arboleda en el momento de su asesinato y que se había convertido en su mentor. Resaltó las inmensas cualidades de Gómez Hurtado como político, como ideólogo, humanista, periodista, diplomático, y como artista, entre muchas otras de sus cualidades. Su hijo, el reconocido periodista Mauricio Gómez, también pronunció un gran discurso sobre los rasgos y virtudes de Álvaro Gómez como padre de familia que “estuvo siempre marcada por la tolerancia, por la ausencia de cualquier autoritarismo, por la curiosidad”.
En esta columna se resalta y recuerda la visión de Álvaro Gómez frente a la economía. Gómez Hurtado hizo mucho énfasis que había que crecer para poder redistribuir una torta más grande, pero sus argumentos fueron poco escuchados y apreciados por la gran mayoría de la opinión pública colombiana y en sus campañas presidenciales lo llegaron a tildar despectivamente como “desarrollista”. Gómez siempre concibió que la actividad económica y el crecimiento deberían estar jalonados por la iniciativa privada y que el rol del gobierno debería ser el del promotor de ese crecimiento mediante políticas que dieran confianza a la inversión privada y particularmente a la inversión extranjera directa. Gómez Hurtado concebía que se debían dar estímulos a la modernización de la agricultura y que Colombia debería convertirse en un gran exportador de productos agrícolas y desde los años sesenta siempre fue un opositor del de la reforma agraria tal y como fue concebida en 1961 y ejecutada en años posteriores. Visualizaba que el desarrollo manufacturero debería estar basado en las ventajas comparativas y se oponía al proteccionismo como medio de estimular dicho sector.
Gómez Hurtado concebía que el tamaño del Estado debería ser modesto y que la intervención del Estado en la economía muy limitada y orientada casi que exclusivamente a la prestación de los servicios sociales fundamentales. Él consideraba que la tributación a la renta de las personas debería tener como base los ingresos efectivamente realizados y siempre se opuso a establecer tasas muy altas a la renta de las empresas. El tema de la planeación, la importancia de establecer planes de mediano plazo y la puesta en marcha de reformas mediante la concertación fue otro de los temas que caracterizaron la visión económica de Gómez Hurtado a lo largo de su vida pública.