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La primera crisis de la deuda de América Latina y de Colombia ocurrió en 1825-1826 y se originó en la incapacidad de repagar las obligaciones externas suscritas con los tenedores de bonos ingleses y holandeses. La principal lección con esta primera crisis es que el sobreendeudamiento público lleva a la incapacidad de atender las obligaciones externas y que estos incumplimientos conducen al cierre de los mercados externos de capitales. Por su parte, la gran lección a nivel de los países que otorgaban el financiamiento, en este caso Inglaterra, fue que el incumplimiento de los créditos hacia los países recién independizados podría provocar una crisis financiera y que, en esas circunstancias, el Banco de Inglaterra tenía que entrar a actuar como prestamista de última instancia.
Ya en el siglo XX se siguieron presentando crisis y se aprendieron nuevas lecciones. La Primera Guerra Mundial y los años posteriores de estancamiento mundial les señalaron a los países de América Latina sus vulnerabilidades frente a las oscilaciones de la economía mundial y la transmisión de estas por la vía del comercio exterior y del crédito externo. La principal lección fue la importancia de disponer de instituciones económicas para el manejo de la política monetaria. Fue en esta coyuntura que se crearon los bancos centrales y las superintendencias financieras en varios países de la región. Ante la Gran Depresión de los años treinta, los países se vieron en la necesidad de utilizar sus bancos centrales para dotar de liquidez a sus economías. En los países más avanzados los bancos centrales no actuaron coordinadamente, ni suministraron el apoyo de liquidez suficiente como prestamistas de última instancia.
En los años ochenta, los países de América Latina volvieron a incurrir en problemas de sobreendeudamiento externo. La deuda pública y privada externa de la región pasó de 20 billones de dólares en 1970, a 184 en 1979 y 314 para 1982, cuando estalló la crisis de México y se produjo el cierre del acceso a los flujos externos para todos los países de la región. Los países no solo registraron una fuerte desaceleración en la actividad económica, sino también crisis en la balanza de pagos, fiscales, dete- rioros marcados de sus sectores financieros y aumentos en la inflación que les exigieron entrar en acuerdos con el FMI y adoptar severas políticas de ajuste fiscal. También se adoptó un nuevo modelo económico que comprendió una liberalización financiera, la desregulación de los mercados, la apertura comercial y, en general, la entrada de los países de América Latina a un mundo más globalizado. La crisis asiática ocurrida en 1998 tuvo también repercusiones adversas sobre América Latina. Esta crisis puso en evidencia la importancia de establecer regímenes de tasa de cambio flexible y la fragilidad de los sistemas de bandas cambiarias que habían sido adoptados en varios países.
Por su parte, la crisis financiera internacional de 2007-2009, al igual que las anteriores, trajo como consecuencia una caída del crecimiento económico en América Latina. Esta crisis evidenció que una caída de un 1% en el crecimiento de los Estados Unidos conduce a una baja en la tasa anual de crecimiento de los países emergentes del 0,3%, en tanto que un aumento en la tasa anual de crecimiento de la China incrementaría la tasa de los emergentes en un 0,1%. Esta última crisis encontró unas economías más sólidas y resaltó también la importancia de adoptar políticas fiscales contra-cíclicas y evitar el manejo pro-cíclico del gasto público que ha sido característico en América Latina. ¿Será que ya hemos aprendido las lecciones del pasado para no repetir los mismos errores?