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En los últimos días, el Gobierno ha lanzado por tercera vez su política keynesiana anti-cíclica “Colombia repunta”, conocida en años pasados como Pipe (Plan de Impulso a la Productividad y el Empleo). Esta estrategia gubernamental, como las dos anteriores, tiene la importante tarea de frenar la desaceleración económica que viene experimentando el país y que al parecer, según los expertos, podría mostrar una leve mejoría durante este año.
Nuestro país, el país de las reformas tributarias, se encuentra en una preocupante situación económica liderada por una desaceleración del producto interno bruto, fruto de la dependencia del petróleo y de las materias primas, el aumento de la deuda a niveles históricos -ocupando 41% del PIB cuando hace dos años apenas superaba 20%- y una justificada desconfianza del consumidor como resultado de tres reformas tributarias en los últimos dos años y medio.
Estos males se han tratado de combatir por medio de medidas intervencionistas que parecen no dar mucho resultado. La primera de ellas, en 2013, fue llamada el Pipe 1.0; para este momento ya se veía venir una fuerte contracción económica y el gobierno invirtió más de $5 billones, en su mayoría en el sector construcción, esperando un crecimiento de 5% para 2014. El resultado fue un crecimiento de 4,4%, casi seis puntos por debajo de lo planeado. La estrategia siguiente fue denominada el Pipe 2.0 y presupuestó una inversión de más de $16 billones direccionados a infraestructura, soluciones de vivienda y nuevas aulas educativas.
El crecimiento previsto para 2015 era de 3,5% y se suponía que esto debía impulsar la economía a un mayor crecimiento en 2016. De nuevo se incumplieron las metas y el crecimiento en 2015 se situó en 3,1% continuando su desaceleración hasta llegar a un crecimiento de 2% en 2016, notablemente inferior al esperado. “Colombia repunta”, por no llamarlo Pipe 3.0, es el plan del Gobierno para 2017, y se sustenta igual que las estrategias anteriores: en el gasto público en infraestructura, vivienda y escuelas, y estima un aporte de 1,3% al PIB.
En conclusión, el Gobierno no ha logrado contener la desaceleración que viene experimentando nuestro país. Además, se ha centrado en políticas cortoplacistas en vez de fomentar la inversión extranjera -que también viene cayendo-, el crecimiento y fortalecimiento de la industria nacional, el aprovechamiento del talento de su gente y transformarlo en desarrollo económico. Bien menciona Andrés Oppenheimer que “mientras que Corea del Sur invierte 4% de su PIB en investigación y desarrollo, Brasil 1,2%, Argentina 0,6% y Costa Rica 0,5%, Colombia invierte sólo el 0,17%, según datos del Banco Mundial”, y además ha disminuido el presupuesto de la agencia de investigación y desarrollo (Colciencias) en casi 24% en los últimos cinco años.
Por otro lado, la burocratización absoluta del Gobierno ha golpeado rotundamente las arcas del estado y ha aumentado su tamaño, haciéndole cada vez menos eficiente y competitivo (un aumento de casi 20.000 cargos adicionales en los últimos años, según los especialistas). Es pues urgente que el Gobierno apueste más por el talento de los colombianos y para ello, es necesario dejar de pensar en los réditos políticos de corto plazo y soñar con un sistema económico que crea en Colombia, en su industria y en su gente.
Post scriptum: Los cambios constantes en las reglas de juego tributarias desincentivan y ahogan las empresas que tanto necesita el país.