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En mis últimas columnas he hablado sobre el gran obstáculo que supone el negativismo y la critica desdeñoasa y constante en Latinoamérica. He repetido de diferentes formas, que en la región tenemos doctorado (PHD), en criticar, pero en ocasiones nuestra capacidad de proponer es pobre o nula. La crítica es reflejo primero de mediocridad y es por esto que esta columna es una invitación tacita a vivir un 2020 lleno de propuestas, de soluciones o de intentos por cambiar nuestra realidad y la de los demás. Es también una invitación a comprender y a mirar el mundo con una visión mas positiva, más real, sobre el progreso y el avance de la humanidad en las últimas décadas.
El 2019 fue un año fascinante, lleno de grandes cambios y revoluciones: uno de ellos es la disminución de la pobreza y el crecimiento de una clase media con capacidad de exigir y construir democracia. El mundo ha vivido un avance significativo en términos de calidad de vida y erradicación de la pobreza. Según el centro de estudio y análisis Brookings Institution, cada segundo sale aproximadamente una persona de la pobreza extrema y entran cinco a la clase media. Además, sus investigaciones afirman que, a finales de 2018, los pobres dejaron de ser mayoría y un poco más de 50% de la población mundial se ubica en la clase media y en la rica.
El escritor Steven Pinker lo ratifica de manera fascinante, en su libro En Defensa de la Ilustración: a inicios del siglo pasado (XX), la expectativa global de vida rondaba los 38 años. Actualmente, se calcula en 70 años. Hacia 1900 la mortalidad infantil era de 19,5% mientras que ahora es de 3,69%. Nuestra región se convirtió en la primera del planeta en acabar el sarampión, que en los años 70 causó dos millones de muertes. Y, además, pasamos de tener 90% de los países bajo un gobierno militar en 1980, a contar hoy con más de 90% de las naciones como democráticas.
Estos pasos no hubieran sido posibles sin la lucha de cada uno, sin el esfuerzo de cada individuo, de cada ciudadano que con sus cargas y dificultades, han hecho de este mundo, un mundo mejor. Y, por qué no, resaltar en esta causa la tarea y la trascendencia de la empresa privada como eje trascendental de innovación, motor de la transformación, la eliminación de la pobreza y la importancia del trabajo arduo y la meritocracia.
En medio de los retos y propósitos que tenemos para este año, uno resulta particularmente importante: aprender como individuos a afrontar las dificultades, las frustraciones, las luchas, sin buscar atajo, pensando con trascendencia en el largo plazo y borrando de nuestro vocabulario la simpleza del cortoplacismo y la apariencia. No debe existir en nuestra sociedad palabra mas importante que el mérito y la lucha. La inmediatez generada por los adelantos tecnológicos, debe facilitar nuestra vida sin contaminar nuestra idea de construir con esfuerzo nuestro futuro. Bien menciona el escritor Mark Manson que las crisis actuales ya no son crisis marteriales sino existenciales, pues perdimos la noción del tiempo y con ello la del esfuerzo. Navegamos en un mar de sueños y referentes materiales que nos embriagan con su visión de lo fácil y de una felicidad distorsionada que olvida la trascendencia del esfuerzo.
Las marchas experimentadas en las ciudades capitales de Colombia como una expresión democrática, han develado un afán preocupante de desprestigio de la institucionalidad. Una decena de exigencias por parte del comité del paro, se transformo en mas de 100 exigencias. El vandalismo como factor común deja un sin sabor antidemocrático contra una mayoría que ha decidió no marchar. Sin embargo Colombia no se detiene ante los obstáculos y sigue caminando con esfuerzo por la senda de la democracia, la libertad y el desarrollo.
Este 2020 sera un gran año para Colombia y una muestra de ello son las perspectivas económicas que resaltan nuestra nación como la de mayor crecimiento de la región.