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¿Qué opinaría si le digo que es posible tener un sistema de organización social en el que usted y todas las demás personas puedan elegir todos los días lo que más les guste entre una enorme cantidad de opciones, sin que su decisión ni la de nadie lo obligue a aceptar la voluntad o las condiciones de la mayoría y sin que su elección lo lleve a enemistarse con sus vecinos, sino a cooperar con ellos? Ese es el sistema de la democracia permanente del mercado.
Cuando hay verdadera libertad económica o de mercado los consumidores, como usted o como yo, somos los verdaderos jefes. Nosotros, con nuestras decisiones diarias de consumo les decimos a los empresarios lo que deben o no producir, al igual que la cantidad y la calidad. Como decía el gran economista, Ludwig von Mises, nosotros los consumidores somos jefes exigentes, porque estamos llenos de caprichos y de modas, que siempre están cambiando. Además, no somos siempre leales, porque si nos ofrecen algo nuevo que nos gusta más o que tiene un mejor precio con una mejor calidad, no tenemos problema en cambiar de proveedor. Por eso los empresarios tienen que estar siempre atentos a las necesidades, gustos y cambios de nosotros los consumidores, ofreciéndonos cosas que valoremos, para que los elijamos a ellos y no a sus competidores en el plebiscito o en las elecciones permanentes del mercado.
Cuando existe verdadera libertad económica, los empresarios no tienen otra alternativa que servirnos mejor a los consumidores como usted o como yo. Esa es la única garantía de supervivencia, de lo contrario, pueden desaparecer, por más grades y poderosas que sean las empresas. Los ejemplos de Kodak, Nokia, Blockbuster o Toys ‘R’ Us son muy claros.
Durante la década de 1980, por ejemplo, el ranking de valor de capitalización bursátil en el mundo estaba dominado por las petroleras y otras gigantes como Standard Oil, Schlumberger, Atlantic Richfield y Eastman Kodak.
Empresas que, por décadas, parecían imposibles de destronar. Hoy no queda ninguna de ellas en estos primeros lugares. Han sido todas desplazadas por empresas con menos de 35 años en el mercado, creadas por desconocidos en los garajes de sus casas, en lugares prestados o en sus habitaciones. Para 2020, las empresas con mayor valor bursátil del mundo son Apple, Aramco, Microsoft, Amazon, Alphapet, Facebook, Tencent, Alibaba y Tesla.
Estos grandes cambios no habrían sido posibles sin un aumento en la libertad económica en el mundo entero, lo cual implica que los consumidores han ido adquiriendo mayor poder de decisión. La consciencia del consumidor es sin duda alguna mucho más eficiente para regular el mercado que la coacción de una sobredosis de regulaciones burocráticas. No hay nada más democrático en el mundo que la elección cotidiana de un consumidor en un ambiente de libertad económica. Por lo tanto, uno de los grandes cambios que debemos exigir los colombianos es que tengamos más competencia. Como bien lo subraya el economista Carlos Rodríguez Braun: “La competencia es, en rigor, el gran disolvente de los privilegios, y por eso son legión los grupos de presión que intentan, y muchas veces consiguen, limitarla”.