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Afirma el novelista André Malraux, que “la cultura es la suma de todas las formas de arte, amor y de pensamiento, que en el curso de los siglos, han permitido al hombre ser menos esclavizado”. La cultura es pues, una forma de revolución, una tentativa a la visión estatizada del mundo, la cultura es un grito de libertad.
Diferentes estudios reflejan el poder de la cultura en el mundo actual; en México la cultura aporta más de 3% al PIB anual y cerca de 4% del empleo formal. Por su parte en los Estados Unidos la economía cultural contribuye con cerca de 5% del Producto Interno Bruto, generando más de US$730.000 millones, esto representa 49,8% del total de la economía Colombiana. Y es que la cultura no es solo Economía, su trasfondo social y su capacidad de impacto colateral sobre una sociedad es tan profundo qué tal vez algunos líderes actuales no logren dilucidarlo.
Sin embargo, nuestra pregunta central debería ser sobre la forma en que hoy viven los agentes culturales en el territorio. Un estudio reciente sobre Antioquia realizado por el Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia, ProAntioquia y la Universidad de Antioquia, afirma que: 91% de los agentes culturales pertenecen a los estratos 1, 2 y 3, más de 60% no pueden vivir de su quehacer cultural, 97% no son beneficiarios de Beps (Beneficios Económicos Periódicos), la mayoría ganan menos de un Mínimo salario básico, un porcentaje alto no tendrá acceso a pensión durante su vejez y en el presente no cuentan ni siquiera con la posibilidad de acceso al sistema de salud.
Es claro pues que no se trata simplemente de economizar la cultura y deshumanizarla, pues en el sentido estricto lo menos humano es un enfoque estatizado de la cultura en donde los actores principales de este libro sigan expuestos a las tormentas coyunturales. La visión a perseguir debe ser la de la sostenibilidad de los agentes culturales, la de la dignificación de los artistas por medio de la creación de empresas o emprendimientos culturales que abran la puerta a que estos héroes puedan vivir de sus sueños y tengan la posibilidad de acceder a una vejez digna.
No es posible seguir generando dependencias económicas mientras en los territorios, los héroes de la cultura siguen sin la posibilidad de una pensión. Nuestra revolución debe ir encaminada a crear un ecosistema que haga viable vivir de la cultura. Tal vez, sin darnos cuenta, esta revolución ya inició en nuestro territorio, tal vez los más de 30 Grammys ganados en Antioquia durante los últimos años, son muestra de una revolución silenciosa opacada por el ruido de quienes creen que el lucro en la cultura es impensable o negativo.
Como una anécdota enriquecedora sobre Colombia, traemos a colación la cuenta satélite de cultura que hace algunos años nació en la ciudad de Bogotá y que arrojó un gran descubrimiento: Para 2021 la cultura aportó más al PIB de Bogotá que el sector de la construcción: “El valor agregado de la cultura y la economía creativa superó los $13,87 billones en 2021, cifra que representó 5,2% del total del valor agregado de la ciudad. Por su parte, el sector de la construcción aportó 3,2% con $8,4 billones; mientras que el sector financiero y de seguros aportó 9,9% representados en $26,1 billones.”
Persigamos las utopías de Eduardo Galeano que nos sirven de norte para caminar, avancemos en la tarea de consolidar un ecosistema en donde la cultura transforme vidas no solo desde lo social, sino también desde la dignificación y la sostenibilidad de esos héroes que merecen un reconocimiento social, económico y cultural.