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En medio del caos que vive Latinoamérica como resultado de la pandemia social y económica, y de la débil imagen institucional golpeada por la corrupción y por los populismos, se ha creado un imaginario que otorga facultades extraordinarias a los Presidentes de las naciones y olvida la responsabilidad que recae sobre sus órganos legislativos, congresistas, Senadores, Representantes a la Cámara etc.
Tal vez estamos esperando que llegue un “redentor”, tal vez somos presa fácil de los líderes populistas y es por eso que ponemos toda la atención y la culpabilidad sobre la figura Presidencial, tal vez nos olvidamos de que aun con vacíos, vivimos en una democracia que tiene una importante representación en el Congreso de la República. La dicotomía polarizante es fruto también de una visión daltónica de la sociedad, que tiene un solo culpable.
En medio de esta circunstancia, el tanque de pensamiento y acción Libertank, del que hago parte como co fundador, plantea una serie de reflexiones acerca de la Reforma Tributaria en una carta dirigida a los Congresistas. Este órgano legislativo sostiene también la oportunidad de transformar el país y de pensar también en las próximas generaciones y no solo en las próximas elecciones.
A continuación algunos puntos tocados en la carta citada:
1. No se reduce la pobreza, asfixiando a las empresas.
La tasa tributaria total de las empresas en Colombia es una de las más altas del mundo. Según datos del Banco Mundial, un negocio en Colombia paga cerca del 71,2% de sus utilidades comerciales en impuestos, mientras el promedio global es de 40,4% y en países como Noruega es apenas el 36,2%.
La mejor política social es el empleo, y la falta de este es lo que condena a las personas a la pobreza y la miseria. Debemos entender que son las empresas las generadoras de puestos de trabajo, multiplicadoras de riqueza y generadoras de oportunidades para millones de colombianos. Para tener una mejor sociedad debemos tener más y mejores empresas, y para lograr atraer la inversión necesitamos tasas tributarias competitivas.
En el largo plazo, las consecuencias de aumentar el impuesto de renta a las empresas, las pagarán los colombianos más jóvenes con menos oportunidades de empleo.
En lugar de aumentar los tributos a las empresas, proponen disminuirlos y eliminar las exenciones que afectan la competencia e impiden la igualdad ante la Ley.
2. Un Estado pequeño y eficiente se traduce en políticas públicas efectivas.
Los colombianos están esperando verdaderas propuestas de austeridad en el gasto público. Es el momento de eliminar entidades que no les generan valor a los ciudadanos, revisar las plantas de personal para evitar punciones repetidas y combatir el clientelismo. Recomendamos leer en este sentido, la compilación de columnas escritas por el profesor Luis Guillermo Vélez sobre ideas para austeridad, publicada en nuestra página web (www.libertank.com/publicaciones).
3. Los países exitosos gravan el disfrute de la riqueza y no su generación.
Las empresas generan empleo y riqueza, crean productos y servicios que nos mejoran la calidad de vida a todos los individuos y gracias a la competencia, a través de menores precios y mejores productos, permiten que más personas puedan acceder a bienes y servicios que en el pasado eran inasequibles para muchos. Las empresas no son ni ricas, ni pobres. Todas, independientemente si son micro, pequeñas, medianas o grandes, cumplen la misma función en la sociedad y deben cuidarse.
Para ser un país exitoso, necesitamos impuestos justos y competitivos, en donde se grave el disfrute de la riqueza y sean las personas naturales las que paguen la mayoría de los tributos. No se dejen seducir por la demagogia y el populismo de estas épocas. Colombia debe seguir el camino de los países desarrollados y aumentar la base gravable de personas naturales y disminuir los impuestos a las empresas”.
Todos queremos vivir en un país desarrollado pero no queremos tomar las medidas que ellos tomaron para ser hoy desarrollados.
Eliminar la pobreza debe ser una obsesión no solo del Presidente de la República, sino también del Congreso. En ningún país del mundo se ha acabado con este flagelo, castigando al tejido empresarial, a la empresa familiar, a la pequeña tienda, o al nuevo emprendedor.