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He sido un crítico agudo de la labor de nosotros los empresarios de todos los tamaños en la sociedad. He tenido también la frustración de ver al país consumirse en las ideologías mientras los considerados líderes empresariales guardan silencio o son arrollados por su propia incapacidad de asumir posturas y de ser guía y luz en medio de la incertidumbre.
He entendido también que no podemos seguir esperando redentores de ningún tipo y debemos construir el liderazgo que con nostalgia esperamos. He asumido la realidad propia de la irreverencia como una incapacidad si no se transforma en actos y decisiones que aporten luz a la oscuridad que vivimos. He comprendido qué hay personajes y personalidades en puesto de “dignidad”, que prefieren esconder sus posturas detrás de elocuencias vacías y palabras rimbombantes que dicen todo y no dicen nada a la vez.
He descubierto que la batalla de las ideas requiere referentes humanos que inspiren y no simplemente tecnicismo comprendidos por pocos e ignorados por muchos. Nada hubiera pasado en el mundo comunista del siglo pasado sin los liderazgos inspiradores de Juan Pablo II, Ronald Reagan y Margaret Tatcher. Tampoco se hubiera vencido el nací fascismo de Hitler y Mussolini si no hubiera sido por Winston Churchill y Roosvelt.
La contienda de las ideas, aun cuando se luche contra concepciones que ya fracasaron y causaron dolor y muerte en la humanidad, requiere de referentes, de líderes que inspiren y es por eso que quiero hacer algunos apuntes sobre liderazgo empresarial tomados de la charla que el especialista en transformación y escritor Español Alvaro Gonzales Alorda dio al gremio Latin American Influencer council:
Nuestra disputa actual como empresarios en el mundo de hoy, no es simplemente la de las utilidades, el pago de impuestos y la labor social que hacemos en las fundaciones. Debemos salir al mundo a inspirar, a contar nuestras historias de vida, a devolverle a la humanidad referentes que inspiren de verdad, con el buen ejemplo. Tampoco el asunto es una cuestión de ponerle el apellido a nuestra compañía del capitalismo consciente.
Estamos equivocados quienes creemos inspirar desde los rótulos y titulares de prensa. Tal vez, si queremos ganar la batalla por nuestro sueño de país, tengamos que ganarle primero la guerra a nuestro ego y nuestra vanidad para poder inspirar a las nuevas generaciones sobre la base de la integridad y los valores y no de la prepotencia, el poder, la deshumanización y los antivalores.
Post scriptum: puedo constatar, lastimosamente por experiencia propia, que la ofensa y el manto de superioridad intelectual y moral, no ha cambiado ideologías ni ha construido argumentos válidos para enfrentar la irracionalidad, la frustración y el fervor causado por líderes que viven del engaño y las ideas vacías.