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El socialismo es la gran estafa del siglo XX. Así se reconoció y por eso murió. No obstante, las mafias corruptas, narcotraficantes y tiránicas como las de Venezuela pretendieron mantenerlo y hoy, una Nación próspera y democrática como Perú sufre la amenaza de resucitar a este “zombie” ideológico que quiere errar por el mundo devorando los cerebros ilusorios de los incautos y la salud de las economías libres.
Según la Real Academia Española, la palabra zombie denota: persona que se supone muerta y reanimada por arte de brujería con el fin de dominar su voluntad. Y creo que no cabe una mejor metáfora para describir la presencia del cadáver ambulante del socialismo en los albores del siglo XXI que con su presencia perturbadora de la libertad ha pretendido infestar con el odio de clases el ambiente social y económico de las naciones emergentes y políticamente inmaduras.
Hoy, América Latina experimenta sentimientos como la rabia, la envidia y sobre todo la creencia de que el sistema es injusto, no solo para el país, sino también para uno mismo. Aprovechándose de estas circunstancias los oportunistas y avivatos de la ideología han aprendido a utilizar el recurso de la tecnología para exacerbar los ánimos, socavando el consenso, dividiendo aún más a las personas y ahondando la polarización que ha logrado pasar del mundo digital al mundo real, llevando el odio a las calles de las ciudades y a las urnas de la democracia, donde se comienza a desarrollar una especie de subversión 4.0.
Esa polarización alrededor de lo que entendemos por una sociedad justa, es lo que llevó al Perú a elegir a Pedro Castillo, un profesor de escuela primaria, sindicalista y exmiembro de una organización campesina de auto defensas contra la guerrilla de Sendero Luminoso en los años 70’s y 80’s del pasado siglo, que se hizo famoso por liderar la huelga de docentes en 2017 y que, inspirado en las ideas de Marx y Lenin, le ofrece a los peruanos la adopción de una Asamblea Constituyente para acabar con el actual modelo constitucional liberal; prohibir la importación de maíz, trigo y arroz, cerrando las fronteras al comercio internacional y desconociendo la dinámica de producción y consumo que marca la estabilidad de la economía y, además, la nacionalización de yacimientos mineros, entre otras medidas que solo son eficientes en la imaginación de un ingenuo lector de las fábulas comunistas.
Como era lógico, ante la amenaza de invasión del zombie socialista, los mercados peruanos han sufrido una profunda contracción y solo han encontrado un respiro con el nombramiento de Pedro Francke, un exconsultor del BID y el Banco Mundial, como Ministro de Economía y Finanzas y, a la vez, con la posible continuidad de Julio Velarde como presidente del Banco Central, cargo que viene ejerciendo desde 2006.
Por el bien de Perú, nación hermana, y de la estabilidad política y económica de la región, solo esperamos que la plataforma ideológica y falaz del socialismo no se imponga autoritariamente en ese país pues, como decía Churchill, el socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia, que tiene como única virtud inherente la distribución igualitaria de la miseria.