MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
El regalo que promovieron mis hijos para mi cumpleaños, de un álbum con escritos de mis familiares y amistades, me conmovió y me ha creado una deuda que debo saldar, así sea en forma parcial, por este medio. Es tan numeroso el grupo de participantes en el proyecto que no alcanzo a darles a todos y a cada uno mis agradecimientos.
Esa solución me obliga a sobreponerme a mi pudor instintivo, y a contrariar la aversión a la primera persona del singular. También me obliga a contravenir el tratado de límites que tengo con el entorno para proteger mi privacidad y mi vida familiar. Pero las circunstancias no ofrecen otra alternativa.
El álbum trajo a mi memoria una frase célebre de Winston Churchill al concluir su trayectoria gubernamental: “Confío en que la historia me tratará con benevolencia; entre otros motivos porque me propongo escribirla”.
Mi caso es diferente. Voy a tener un obituario presentable, no sólo porque un querido amigo lo va a escribir. El álbum es un adelanto del juicio de mis contemporáneos y de la manera como me recordarán.
Teniendo que iniciar la autorrevelación por fuerza de los hechos, ofrezco algunas observaciones que ayudan a comprender mis peculiaridades y las razones por las cuales soy considerado una Rara Avis.
Si interpreto correctamente la forma como me perciben mis contemporáneos, podría resumirse así: reformador, patriótico con visión de mundo, feminista, amigo de las tertulias y de caminar, una especie de patriarca familiar y de la tecnocracia, aunque varios de los integrantes de ésta me dicen Comandante.
Algunos de estos rasgos obedecen a mis raíces, y a la forma como ocurrió mi educación temprana. Otros se originan en mi educación superior y mi experiencia profesional.
Alejandro Angulo llegó a Fedesarrollo como demógrafo y se convirtió en el consejero espiritual de la tecnocracia. Se vinculó a Hausmusik, el conjunto musical dirigido por Louise, mi esposa, y a la Casa Botero, donde descubrió una faceta desconocida de mi vida: que yo no era una persona sino dos. Sin Louise, no es posible descifrar quién soy. Aunque éramos coetáneos, ella era más madura, más culta, más talentosa que yo y me conocía mejor de lo que yo me conocía a mí mismo.
El feminismo se lo debo a dos figuras de autoridad de mi infancia: mi abuela paterna, Mamá Carmen, y mi profesora en el Staff School de la Tropical Oil Company, Ruth Day Lacour. Recibí de mi padre un ejemplo de patriotismo y de civilización. Cuando supe que había acudido como voluntario a construir carreteras al Trapecio Amazónico durante el conflicto con el Perú, (1932-1933), le pregunté si había encontrado a algún soldado enemigo. Me respondió que en la base militar en la cual se alojaba había un oficial peruano prisionero con quien jugaba ajedrez después de comida.
A mis familiares, amistades y antiguos colaboradores, muchas gracias.