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Una reacción explicable a las vicisitudes de la actualidad internacional es la perplejidad. Las deliberaciones de la reunión anual del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional coincidieron con el desacuerdo legislativo en Washington que llevó al gobierno federal al borde de una moratoria. Riesgos de turbulencia de esa magnitud aumentan la volatilidad en los mercados y afectan la estabilidad de los flujos internacionales de capital.
La cesación de pagos por parte del gobierno norteamericano, así fuera por unos pocos días, habría producido un traumatismo financiero aun más severo que el ocasionado por la quiebra de Lehman Brothers. Un acuerdo legislativo de última hora permitió elevar el tope de endeudamiento público y normalizar el funcionamiento del gobierno por unos meses. El anuncio de que fue posible lograr un arreglo fue recibido con beneplácito por los inversionistas. Pero la incertidumbre inducida por este impasse no se ha desvanecido.
Durante dos semanas, un grupo minoritario pero cohesionado de la Cámara de Representantes puso en tela de juicio la solvencia y la gobernabilidad de Estados Unidos. Su objetivo primordial era impedir que entrara en vigencia la ley que extiende la cobertura de salud a millones de familias de bajos ingresos, e inflingirle de esa manera una derrota a un presidente a quien no consideran legítimo. Para alcanzar su propósito, estuvieron dispuestos a entorpecer el crédito público norteamericano y paralizar el gobierno, independientemente de las eventuales consecuencias. Este comportamiento tiene implicaciones que exceden los alcances de una simple escaramuza parlamentaria.
Por fuerza de los hechos, los Estados Unidos han asumido responsabilidades económicas a escala global a partir de la segunda guerra mundial. Entidades multilaterales tales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio tienen su origen en iniciativas provenientes de Washington. El dólar desplazó a la libra esterlina para convertirse en la principal moneda mundial de reserva. Los bonos del Tesoro de Estados Unidos, por ser considerados instrumentos de deuda de cero riesgo, sirven como referencia y respaldo a las transacciones internacionales de crédito. A pesar de sus imperfecciones, y de las reformas de diseño que requiere, éste es un andamiaje financiero que no sería recomendable destruir a la ligera, mientras no exista una alternativa mejor.
El presidente Barack Obama obtuvo un triunfo político, habiéndose negado a condicionar su programa de gobierno al levantamiento del techo de la deuda. Si bien se logró evitar una catástrofe, no se ha desvanecido la posibilidad de que vuelvan a presentarse incidentes similares, habida cuenta de la polarización partidista actual. Se estima que este episodio redujo en medio punto porcentual el crecimiento del cuarto trimestre. Por lo tanto, es previsible que la Reserva Federal mantenga una postura monetaria expansiva por el resto del 2013.
El costo para el prestigio de Estados Unidos es enorme. La capacidad de Washington para liderar reformas internacionales ambiciosas se ha reducido. Y los políticos norteamericanos tendrán que acostumbrarse a recibir consejos de representantes de gobiernos extranjeros, recomendándoles poner su propia casa en orden.