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El interregno entre la elección presidencial y la transmisión del mando en Colombia es un periodo de tiempo con características propias. La actividad gubernamental hace una pausa mientras se conforman los cuadros del nuevo gobierno, al tiempo que los del gobierno saliente preparan su cambio de actividad laboral. De manera insensible, quienes ejercen la autoridad formal observan como se esfuma su poder, al tiempo que el poder real se desplaza hacia quienes todavía no constituyen gobierno. Los medios de comunicación les asignan mayor importancia a los anuncios de las futuras autoridades que a las declaraciones oficiales.
La incertidumbre acerca de la forma como se van a convertir las propuestas de campaña en programas de gobierno se presta a la elaboración de conjeturas. En ausencia de mayores elementos de juicio, las siguientes observaciones tienen un carácter necesariamente preliminar.
Las elecciones transcurrieron en forma ordenada y tranquila. La Registraduría Nacional del Estado Civil suministró los datos con celeridad y eficacia. Los protagonistas del proceso electoral reconocieron el resultado y felicitaron al ganador, algo que ayuda a limar las asperezas de la campaña y a fortalecer la legitimidad democrática. La forma como el país acogió el veredicto de la voluntad popular se compara favorablemente con lo que sucedió en Estados Unidos a raíz de la elección presidencial del 2020.
El empalme entre las dos administraciones les permite a las nuevas autoridades disponer de información detallada acerca de los programas vigentes y los asuntos pendientes. Esto facilita las labores de la nueva administración. Las primeras señales sugieren que el país está en capacidad de llevar a cabo en calma la transferencia del poder a un gobierno de izquierda.
Dicho esto, debe reconocerse que, mientras no exista mayor claridad acerca de las prioridades del nuevo gobierno, subsisten motivos explicables de inquietud. Hay conciencia de que el país estaba solicitando un cambio respecto a las prácticas políticas tradicionales y en particular, a las del gobierno actual. Lo que está por definirse es la intensidad de ese cambio, así como la manera como se piensa implementar.
Como factores de moderación que inspiran tranquilidad en la opinión pública, merecen destacarse por ahora los nombramientos en los ministerios de Hacienda, Educación y Agricultura. No puede afirmarse lo mismo respecto al ministerio de Salud.
El nuevo gobierno va a enfrentar a la necesidad de escoger entre dos alternativas incompatibles. En un escenario optimista, adoptaría una versión de izquierda estilo escandinava para impulsar una agenda de reformas progresistas y cambio social, con acatamiento a las reglas de juego democrático y respeto a las libertades individuales. Eso requeriría desestimar los impulsos atávicos de algunos de los integrantes del Pacto Histórico.
En una versión menos favorable, el gobierno escogería el modelo de izquierda chavista, acentuando la estatización de la economía, exacerbando la confrontación social y cediendo a la tentación autoritaria para tratar de imponer sus programas.