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La economía colombiana es bastante cerrada. Esta es una afirmación en la cual coinciden el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, Ocde, e instituciones nacionales tan prestigiosas como el Banco de la República y Fedesarrollo. Con el fin de evitar discusiones semánticas, conviene enfatizar el carácter relativo de la palabra ‘bastante’. Es evidente que la economía colombiana no es absolutamente cerrada. Así lo comprueba un vistazo a la estantería de cualquier supermercado del país.
El tema en discusión es el tamaño del sector externo y el papel que éste desempeña como motor de crecimiento económico. La forma como se mide dicho tamaño, para efecto de evaluaciones internacionales, es comparar la suma de importaciones y exportaciones con el PIB del relativo país. Esa relación es el indicador del mayor o menor grado de apertura de la economía. La cifra correspondiente a Colombia, la cual se ha mantenido relativamente estable, es del orden de 35%.
Esa cifra es significativamente inferior a las de las economías emergentes del sudeste asiático. Se compara desfavorablemente con las de México, Chile y Perú. Sólo Brasil y Argentina registran índices de apertura menores al de Colombia. Brasil tiene una larga tradición de nacionalismo económico y de industrialización en base al mercado interno. En Argentina, Cristina Kirchner ilustró la aspiración a la autarquía cuando era presidenta con la expresión, ‘No se importa un tornillo.’ El proteccionismo llevado al extremo ha producido atraso tecnológico y estancamiento en la nación austral.
Este es el contexto comparativo de acuerdo al cual los economistas, los organismos internacionales y los autores de un riguroso estudio apoyado por el Banco de la República y la CAF, (Comercio Exterior en Colombia, Jorge Garcia y otros, Bogotá, 2019), afirman, con fundamento, que la economía colombiana es bastante cerrada. Y sigue siendo bastante cerrada, a pesar de que se han reducido los aranceles, se ha eliminado el régimen de licencia previa y se han suscrito acuerdos de libre comercio que están vigentes.
Lo que ha sucedido es que el propósito que se buscaba con la apertura comercial ha sido frustrado por medio de la proliferación de medidas y barreras no arancelarias; es decir, por restricciones administrativas que hacen nugatorias las reducciones de aranceles. La capacidad para restringir las importaciones ha sido delegada a un número considerable de entidades gubernamentales que actúan sin coordinación por parte de una autoridad central responsable y en la ausencia de un marco conceptual coherente.
Este arreglo institucional tiene varios defectos: minimiza la transparencia y la necesidad de rendir cuentas; acentúa el proteccionismo y maximiza las posibilidades de arbitrariedad y de irregularidades. La carencia de una política general clara da lugar a negociaciones entre particulares y funcionarios para resolver asuntos, caso por caso.
Es poco probable que el estudio del Banco induzca algún cambio en la política comercial del gobierno en el corto plazo. Pero gracias al poder de las ideas, puede contribuir eventualmente a convertir el sector externo en un factor de dinamismo económico.