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El comercio internacional ha experimentado algunos tropiezos recientes, atribuibles en buena parte a la geopolítica. La invasión rusa a Ucrania ha dado origen a la interrupción de flujos comerciales y de inversión entre las naciones occidentales y Rusia. El enfrentamiento diplomático y de seguridad nacional entre Estados Unidos y China se ha visto reflejado en aumentos de aranceles y la prohibición de exportación a la nación asiática de semiconductores y equipos de tecnología avanzada para su manufactura.
Estos son retrocesos en el proceso de globalización del comercio y las finanzas internacionales cuyas causas tienen protagonistas conocidos. La búsqueda de mayor autosuficiencia energética, manufacturera y tecnológica por parte de la Unión Europea y de Estados Unidos puede interpretarse como una involución indeseada, presionada por circunstancias adversas.
La exacerbación en Colombia de una narrativa oficial proteccionista es un fenómeno de naturaleza diferente. Para ser equitativos, debe reconocerse que el proteccionismo a ultranza no es exclusividad de la extrema izquierda. Es una postura que comparte con la extrema derecha. Esa coincidencia entre sectores políticos incompatibles representa un triunfo de los relacionistas públicos de los grupos que, por causa de la apertura comercial, perdieron el descomunal privilegio consistente en vender productos de baja calidad a precios altos en un mercado nacional cautivo. Ésa es la economía política del proteccionismo. Grupos reducidos pero organizados de productores prevalecen sobre los intereses de la mayoría de los consumidores con la complicidad del gobierno.
Eso explica el mantenimiento de aranceles altos sobre productos de la canasta básica, una política regresiva que encarece los alimentos y perjudica en forma desproporcionada a las familias de menores ingresos. Los economistas entienden la enorme inequidad social implícita en ese esquema. De allí la furia de los dirigentes gremiales contra los economistas que denuncian esa inequidad.
En el gobierno anterior, intereses ganaderos y agropecuarios lograron bloquear el acceso de Nueva Zelanda y Australia a la Alianza del Pacífico, algo que habría beneficiado al interés nacional. También lograron impedir la suscripción de nuevos acuerdos de libre comercio.
El proteccionismo del actual gobierno tiene un fuerte contenido ideológico. Parte de la premisa que la liberalización comercial destruyó la actividad económica nacional. Propone dar marcha atrás a la apertura de los años noventa y a los tratados de libre comercio. Y concibe el proteccionismo como el camino para regresar a una supuesta edad de oro de desarrollo industrial.
La tal edad de oro en épocas anteriores a la apertura no existe. No es posible demostrar con cifras que el valor agregado industrial o las exportaciones de manufacturas anteriores a 1990 fueran mayores que las actuales. El tamaño y la diversificación del aparato industrial colombiano actual supera con creces la situación de cualquier época anterior. Lo mismo puede afirmarse acerca del sector agropecuario. El término ‘reindustrialización’ revela una nostalgia retro por el Incomex y el control administrativo de las importaciones.