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En un mundo imperfecto, los buenos gobiernos son relativamente escasos. Sin caer en la exageración, puede afirmarse que los buenos gobiernos tienden a ser la excepción, más bien que la regla. Las naciones con regímenes autoritarios son víctimas de la opresión y la arbitrariedad. Las opciones para los ciudadanos que resisten son la prisión o el exilio. Así sucede en China, en Rusia, en Corea del Norte, en Irán, en Venezuela y en Nicaragua. Pero la democracia liberal no garantiza la buena gobernabilidad. Lo que sí ofrece es el derecho a disentir y la posibilidad de rectificar.
En el Reino Unido, una democracia constitucional consolidada, el electorado participa en unas elecciones generales, en las cuales se anticipa que el partido de gobierno experimentará una merecida debacle.
Entre 2010 y 2024, el Reino Unido ha tenido cinco primeros ministros entre mediocres y malos: David Cameron, Theresa May, Boris Johnson, Liz Truss (quien duró 49 días) y Rishi Sunak. En mayor o menor grado, los cinco comparten la responsabilidad por haber retirado al Reino Unido de la Unión Europea, un error histórico cuyos costos económicos y sociales son insoslayables.
Dicho esto, gracias a la fortaleza de sus instituciones, a su servicio civil y a universidades de clase mundial, el Reino Unido ha seguido funcionando normalmente, tomando iniciativas diplomáticas novedosas y cumpliendo con sus compromisos internacionales. El líder de la oposición, Sir Keir Starmer, y previsible primer ministro, ofrece estabilidad y se propone lograr que el Reino Unido vuelva a comportarse como un país serio.
Los historiadores en Estados Unidos identifican con unanimidad a Abraham Lincoln y a Franklin Roosevelt como los mejores presidentes que ha tenido el país. Así mismo, coinciden en señalar a Donald Trump como el peor presidente de la historia nacional. No obstante haber sido declarado culpable de varios delitos, existe la posibilidad de que Trump sea reelegido en noviembre.
Aún en la hipótesis de que se hiciera realidad ese escenario, el anuncio de Trump de que gobernaría dictatorialmente para vengarse de sus adversarios enfrentaría la resistencia del estado administrativo, de la sociedad civil y de la Constitución.
Colombia ha experimentado gobiernos deficientes. Limitándonos a los últimos 40 años, el país tuvo un gobierno malo entre 1982 y 1986, un gobierno pésimo entre 1994 y 1998, y un gobierno malo entre 2018 y 2022. Según los resultados de los primeros dos años, el actual gobierno quedaría clasificado entre malo y pésimo.
El gobierno entre 1982 y 1986 tuvo un final melancólico por la tragedia del Palacio de Justicia. El gobierno de 1994 a 1998 fue motivo de una vergüenza nacional. El gobierno de 2018 a 2022 confirmó la inconveniencia de elegir un candidato subordinado a un jefe político, sin experiencia gubernamental.
El actual gobierno cree tener un mandato para refundar y estatizar el país.