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Para la campaña electoral de 2016, Donald Trump acuñó el eslogan Maga, Make America Great Again, que terminó por convertirse en el calificativo de sus seguidores. La propuesta de volver a hacer grande a Estados Unidos llevaba implícito el propósito de corregir el deterioro nacional causado por sus antecesores y recuperar la edad dorada que supuestamente existió en algún tiempo anterior no especificado.
Esa ambigüedad deliberada tenía cierta racionalidad. Por una parte, evadía la posibilidad de antagonizar algún segmento de la coalición de grupos diferentes que conformaban la base de su apoyo político. Por otra parte, habida cuenta del elevado concepto que Trump tiene de sí mismo, le evitaba la necesidad de afirmar que alguna figura descollante de la historia nacional merecía su reconocimiento.
Así, por ejemplo, Abraham Lincoln (1861-1865), quien preservó la unión nacional en una guerra civil que puso fin al pecado original de la esclavitud, tendría el inconveniente que los antiguos estados confederados constituyen el núcleo duro de su base, y que muchos de sus seguidores sostienen que la esclavitud fue una institución benévola.
Franklin Roosevelt (1933-1945), quien implementó el régimen de seguridad social y promovió la regulación del sistema financiero, lideró una guerra mundial contra el fascismo y diseñó el orden internacional vigente desde 1945, resulta inaceptable para los sectores plutocráticos y los integrantes de la extrema derecha.
A pesar de ser un presidente Republicano, Dwight Eisenhower (1953- 1961), mantuvo las reformas del presidente Roosevelt, apoyó los derechos civiles y la desegregación racial que implantó el presidente Truman, rasgos poco gratos para los partidarios de Maga. Y así sucesivamente.
Al iniciar la segunda administración Trump, desapareció la reticencia a determinar la supuesta edad de oro y a identificar al gobernante digno de reconocimiento como ejemplo digno de imitar: se trata de William McKinley (1897-1901), por su afición a los aranceles proteccionistas.
McKinley, un dirigente Republicano del estado de Ohio, recibió el apoyo político y financiero del magnate Mark Hanna, quien fue su promotor, y de varios millonarios.
Es percibido como un presidente mediocre, influenciado por dueños de grandes fortunas. Durante su gobierno ocurrieron eventos significativos tales como la guerra con España en 1898, la anexión de Hawái, la adquisición de Puerto Rico, Guam y las Filipinas, la independencia de Cuba en condición de protectorado americano y el inicio de negociaciones con el Reino Unido para la construcción de un canal interoceánico a través del Istmo de Panamá, que en esa época era parte de Colombia. A raíz de su asesinato en 1901, fue sucedido por su vicepresidente, Teodoro Roosevelt, quien promovió la independencia de Panamá y construyó el canal que es de nuevo un tema de actualidad, por el anuncio de Trump de su intención de recuperarlo. No es por medio de la expansión territorial como se logrará la grandeza nacional.