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Analistas 06/07/2023

Socialismo democrático, y el otro

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

Durante una de las reuniones de la Comisión Brandt, el excanciller de la República Federal Alemana, Willy Brandt, nos relató la siguiente anécdota: A raíz del giro radical que estaba tomando la denominada Revolución de los Claveles en Portugal, el entonces secretario de Estado, Henry Kissinger, hizo el comentario frívolo de que no importaba que Portugal se volviera comunista.

Esa era la manera de expresar la escasa relevancia que le asignaba a una nación pequeña y periférica en el equilibrio geopolítico global del cual él se ocupaba. Brandt, quien a la fecha era jefe de gobierno, viajó de inmediato a Washington a manifestarle al presidente Gerald Ford que para la República Federal Alemana era inaceptable la perspectiva de que hubiera un gobierno comunista en la Península Ibérica.

Para un estadista europeo de su época, era claro que había una diferencia abismal entre el socialismo democrático, o social democracia, de las naciones occidentales y lo que en los países detrás de la Cortina de Hierro se denominaba ‘el socialismo real’. Esa diferencia era nada menos que lo que separa a la libertad de la tiranía. La demarcación de esa diferencia en el centro de Europa era la barrera física entre Alemania Occidental y la parte de Alemania que había sido ocupada por la Unión Soviética, conocida como el Muro de Berlín. Esa diferencia no resulta significativa para un vocero de la izquierda subdesarrollada latinoamericana quien se lamentó de un evento que dio lugar al colapso del comunismo en Europa del Este.

Para los nacidos después de 1989, la caída del Muro de Berlín puede parecer un episodio intrascendente. Y tal vez algunos mayores de edad, que en su momento no le prestaron atención a lo que estaba sucediendo, no lograron apreciar su verdadero significado. Unos y otros se beneficiarían del relato de un testigo de excepción, el historiador británico Timothy Garton Ash: ‘The Magic ‘Lantern: The Revolution of 1989 Witnessed in Warsaw, Budapest, Berlin and Prague.’ (Random House, 1999).

Para quienes prefieren obtener la información por medios audiovisuales, hay dos películas sobre el tema. The Life of Others, 2007, dirigida por Florian Henckel von Donnersmarck, ilustra el poder de la Stasi, la tenebrosa policía secreta de Alemania del Este, que sirvió de modelo para el G2 cubano y para el servicio de inteligencia del régimen venezolano.

Good Bye Lenin! Es el relato tragicómico de la forma como una familia de Berlín Oriental reaccionó al colapso del comunismo.

Gustavo Petro ha acostumbrado al país a las enormidades que surgen de su incontinencia verbal. No le gustan la clase media, la economía de mercado, los acuerdos de libre comercio con las democracias occidentales, la empresa privada y la libertad de prensa. Al parecer, también deplora que hubiera sido consignada al basurero de la historia la Alemania comunista, la de Erich Honecker y la Stasi.

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