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El Gobierno de Alberto Fernández en Argentina ha recibido un voto de no confianza en las recientes elecciones primarias, habiendo quedado en minoría en 17 de las 24 provincias, incluyendo un revés en la Provincia de Buenos Aires, considerada como su fortín político. Este resultado es atribuible a un pobre desempeño en las zonas rurales y la clase media, pero también al descontento de los sectores de menores ingresos con la inflación, el desempleo y el manejo inepto de la pandemia.
Dadas las peculiaridades de la coalición gubernamental, el descalabro electoral se interpreta como una derrota de la vicepresidenta Cristina Kirchner. En el caso de que el resultado hubiera sido favorable para el gobierno, ella habría cobrado el triunfo, como vocera de la fuerza dominante de la coalición de gobierno. Un triunfo le habría permitido consolidar su poder político y adquirir el control del sistema judicial para librarse de los juicios que enfrenta por corrupción.
El kirchnerismo, un movimiento político liderado por Néstor y Cristina Kirchner es una versión estatista del peronismo, tolerada por ese partido siempre y cuando fuera una carta ganadora. Pero el peronismo es implacable con los perdedores, y Cristina es percibida como la figura central de la derrota. Si bien, ella ha intentado endilgarle la culpa a Alberto Fernández y ha provocado una crisis ministerial, lo que ha conseguido es debilitar aún más al Gobierno.
Como parte del relato revisionista y del culto de la personalidad que desea imponer, el kirchnerismo procura establecer vínculos entre tres caudillos como protagonistas descollantes de la historia de Argentina: Juan Manuel de Rosas, Juan Domingo Perón y Néstor Kirchner. Se trata de figuras representativas de su tiempo, cada una a su manera.
Juan Manuel de Rosas, un dictador de escasa formación académica ejerció el poder entre 1829 y 1852. Eliminó la libertad de prensa y obligó a exilarse a los intelectuales. Rosas es el prototipo del dictador rural siglo XIX.
Juan Domingo Perón, un militar que admiraba a Benito Mussolini y tenía aversión hacia los Estado Unidos estableció en la Argentina una copia del fascismo italiano, a la cual Evita añadió el asistencialismo. Perón es el prototipo del dictador siglo XX.
Néstor Kirchner acumuló una fortuna como gobernador de la provincia de Santa Cruz. Le agregó al peronismo la retórica marxista y la cleptocracia. Es el prototipo del autócrata contemporáneo. Ninguno de estos personajes era partidario del sistema democrático de gobierno.
El retroceso electoral del kirchnerismo le brinda a la Argentina la posibilidad de tener un gobierno sensato en el futuro cercano. Marca el fin de ciclo de un movimiento político inspirado en el resentimiento, el enriquecimiento ilícito y la impunidad.
Para América Latina, un eventual triunfo del kirchnerismo habría convertido el populismo autoritario en un modelo atractivo para otros países de la región. En cambio, su fracaso contribuye a fortalecer la democracia liberal. Les resta apoyo internacional a los regímenes de Nicolás Maduro en Venezuela y de Daniel Ortega en Nicaragua.