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A primera impresión, el fenómeno de los nómadas digitales me pareció algo de interés anecdótico, sin mayor significado más allá de su ámbito local. Pero al tratar de entender las causas que atraen a estas personas a una ciudad determinada obtuve unas explicaciones que trascienden el ámbito estrictamente regional y que contienen implicaciones valiosas para el desarrollo del país.
Los nómadas digitales son profesionales y creativos que trabajan a distancia, gracias a la tecnología y a las comunicaciones modernas. Comparten algunas de las características de los migrantes y de los turistas internacionales, pero constituyen un grupo diferente con rasgos propios. Por lo general, son jóvenes- entre 25 y 40 años de edad- provienen de países industrializados y tienen niveles de ingreso que oscilan entre US$50.000 y US$100.000 anuales. Su lingua franca es el inglés. Por definición, son altamente móviles geográficamente. Tienden a congregarse en determinados lugares, donde conforman comunidades de coordinación y apoyo mutuo a través de las redes sociales. Su hábitat laboral es el Internet.
Colombia ha resultado ser un lugar atractivo para los nómadas digitales. Pueden encontrarse en las seis principales ciudades del país en residencias Airbnb o en hostales, en salas de coworking, en cafés con Wifi, en gimnasios o restaurantes. Han dinamizado la propiedad raíz, la hotelería y las actividades culturales de las ciudades donde se instalan por períodos de varios meses. Son una manifestación de la globalización que merece ser estudiada.
Según los medios internacionales y las referencias en las redes sociales, Medellín es una de las ciudades más apetecidas por los nómadas digitales a nivel mundial. Lo cual da lugar al interrogante de por qué Medellín en vez de Dubái o Bangkok, ciudades que también ofrecen atractivos turísticos. Al parecer, los nómadas digitales encuentran en esa ciudad una combinación afortunada de ventajas naturales y ventajas comparativas adquiridas que la hacen atractiva como sede. Algunas de esas ventajas son compartidas por otras ciudades colombianas, aunque no en proporciones idénticas.
Las ventajas naturales son la ubicación geográfica, a tres horas de vuelo de Miami o, cinco de Nueva York, y estar en la misma franja horaria que la Costa Este de Estados Unidos; un clima primaveral durante todo el año que permite trabajar a la intemperie y que invita a disfrutar de la naturaleza; la proximidad a zonas rurales en diferentes pisos térmicos, cuyos microclimas las hacen aptas para el ecoturismo.
Las ventajas comparativas adquiridas son: ser una ciudad innovadora; contar con un sistema de salud de clase mundial; disponer de buena infraestructura urbana con una red adecuada de transporte público; y un ecosistema académico y artístico que produce un ambiente cultural vibrante. Medellín ha logrado valorizar la biodiversidad y la inversión en capital humano.
Esto contrasta con la actitud dogmática de algunos funcionarios. Colombia no está obligada a descartar ciertas ventajas para privilegiar otras. Debe tratar de aprovecharlas todas.