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Los estragos causados por la pandemia han puesto una presión inusitada sobre los gobiernos y los organismos multilaterales. Los principales bancos centrales del mundo se han visto obligados a adoptar medidas heroicas para defender la actividad económica y el nivel de empleo. Los aumentos de gasto público que requiere la atención a la crisis sanitaria han dado lugar al incremento que ha tenido el tamaño de la deuda gubernamental.
Las autoridades nacionales restringieron el tráfico internacional de pasajeros y acentuaron el control de sus fronteras. En una etapa inicial, podía temerse que hubiera un desplazamiento hacia el proteccionismo generalizado que prevaleció durante la Gran Depresión de los años treinta del siglo XX. Esos temores resultaron ser infundados. Lejos de haber retrocedido hacia la autarquía, las naciones industrializadas han hecho algunos ajustes para reducir su vulnerabilidad a choques externos, pero han mantenido una actitud favorable hacia la libertad de comercio. Se ha procurado estimular la producción nacional de elementos de protección personal y de ciertos medicamentos. Las grandes empresas han tratado de reducir la longitud de las cadenas de suministro de bienes, buscando nuevos proveedores en países más cercanos. Pero esos ajustes no han implicado un rechazo al comercio internacional.
Lo que se observa es una tendencia hacia la liberalización del comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea y entre las naciones industrializadas europeas y los países asiáticos. Para mitigar los daños causados por su retiro de la Unión Europea, el gobierno del Reino Unido ha suscrito un acuerdo de libre comercio con Australia e intenta negociar otro con Estados Unidos.
Con bastante timidez, el Mercosur empieza a dar algunos pasos a favor de una actitud menos restrictiva al comercio, habida cuenta del proteccionismo que prevalece en Argentina y en Brasil. Estos dos países, que han tenido discrepancias respecto a la política comercial del grupo, llegaron a un acuerdo para reducir en 10% el arancel externo común y para flexibilizar las normas que rigen para negociar acuerdos comerciales con terceros países.
Para Uruguay y Paraguay estos cambios son bienvenidos. Por tratarse de países cuyo mercado interno es pequeño, el proteccionismo de sus socios mayores es contraproducente. Lo que requieren es participar activamente en el comercio mundial y ampliar los mercados para sus exportaciones. Esas aspiraciones tropiezan con la actitud ideológica del gobierno argentino en contra de la economía de mercado.
En Colombia, las autoridades no favorecen la liberalización del comercio internacional. No obstante, los intentos de algunos gremios por cerrar la economía han sido infructuosas. Gracias a las diferencias regionales y a la diversificación de la economía, el proteccionismo a ultranza carece de un respaldo unánime. La avicultura, la porcicultura y los sectores exportadores requieren acceso a insumos importados a precios internacionales. El papel de los acuerdos de libre comercio ha sido decisivo. El vigoroso crecimiento que registran las exportaciones no tradicionales ha sido hacia los mercados de países con los cuales Colombia ha suscrito acuerdos de libre comercio.