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Analistas 08/01/2021

El último suspiro

Sandra Fonseca
Directora Ejecutiva de Asoenergía

La tecnología y la innovación van de la mano, pero no son lo mismo. Esto es muy importante entenderlo en especial en la propuesta de despliegue planteada en el sector eléctrico para implementar la masificación de los sistemas inteligentes de medición, conocidos como AMI (Advanced Metering Infraestructure), que como su nombre lo indica son un sistema que va mas allá de un simple medidor, es un esquema de infraestructura que incluye equipos, software, comunicaciones, la gestión de información y su aplicación real en beneficio del usuario y del sistema eléctrico y el país. Empecemos por advertir que la medición inteligente no es ajena al Sistema Interconectado Nacional (SIN) ni al Mercado Eléctrico Mayorista (MEM) en Colombia ni es desconocido en el mercado minorista, conformado por los Usuarios Regulados (UR) y los Usuarios No Regulados (UNR), que gracias a esta tecnología todos pueden, sí así lo desean, escoger su suministrador, según prerrogativa establecida en la ley 143 desde 1994. Por supuesto este derecho se ha visto limitado y restringido por temas regulatorios y de inversión, que no ha permitido su universalización.

Corregir esta situación, entendemos es el propósito de la política que está proponiendo ahora el gobierno y la Creg, para que al finalizar la década que estamos comenzando, cada Usuario Regulado este bajo este esquema. Anotamos que el ser Usuario No Regulado es un derecho al que se accede al cumplir los requisitos de demanda mínima y al conectarse a través de un sistema AMI en una Frontera Comercial al Sistema Interconectado Nacional (SIN). La diferencia del AMI entre los UNR y lo previsto para Usuarios Regulados es el último suspiro, funcionalidad que permite informar que se ha sufrido de una interrupción del servicio, alerta que se guarda a pesar de estar sin energía como consecuencia del corte la misma, es decir, ya sin el suministro. Aunque este Plan de masificación es ambicioso, los beneficios planteados por esta política son limitados, porque es muy diferente aplicar una tecnología que implementar una innovación. La base de la decisión propuesta sobre el esquema AMI y su implementación por parte de los OR (distribuidores), desconoce los beneficios reales de contar con un AMI instrumentalizado en favor de los usuarios, que solo sería efectivo sí existiera una posibilidad real de escoger suministrador sobre la base diferencial de precios, planes y, por supuesto, existencia de oferta múltiple de suministradores y la opción de escoger entre estos, uno o varios, ante la decisión del usuario en cualquier momento. Sin embargo, este Plan, no está estructurado así. Se prevé que lo desplieguen los Operadores de Red (distribuidores) que no son los Suministradores del servicio ante los usuarios, ya que legalmente quien presta el servicio de energía eléctrica al mercado minorista (usuarios finales) son los Comercializadores. Es muy loable el propósito la implementación de una tecnología, pero sin la instrumentalización articulada de su aplicación a través de una innovación en el mercado, es inocua.

Me explico. Sin las señales económicas dinámicas en las tarifas y sin la posibilidad de contar con acceso a Comercializadores que compitan, los usuarios aún con la tecnología desplegada no sabrían, es más ni se enterarían si siquiera, sí pudieran tener un beneficio al escoger su suministrador y gestionar su consumo. Por otro lado, para evaluar el impacto del Plan, se ha ignorado el efecto de la competencia y la eficiencia, y se ha tratado de asimilar este despliegue tecnológico a la Portabilidad Numérica aplicada en los celulares; sin embargo, esta comparación utilizada para la analizar los beneficios de la aplicación del AMI en electricidad, no parece adecuada. Guardando las debidas proporciones, es como si le pidiéramos a los operadores celulares que cada usuario final de su área de influencia tuviera que comprar un celular inteligente o aceptarlo de este operador, sin que existiera la posibilidad de escoger el prestador de su elección, o escoger entre planes por precios o uso, o cambiar de suministrador si encuentra opciones de calidad diferente, o tener varios operadores si fuera su elección, o finalmente si tuviera que ceder toda la información de su servicio al Operador como si no fuera cada usuario, su originador y dueño. El AMI es una tecnología que por sí sola no asegura los beneficios, debe estructurarse un esquema de innovación integral que permita generar el valor agregado de la tecnología, la información y el impacto en el mercado y en el sistema. Por si sola no funciona.

Es necesario incluir un mecanismo para que el usuario pueda escoger entre planes de servicio que reflejen una señal económica de beneficio real, que lo lleve a gestionar su consumo. Por tanto, lo esencial es el valor agregado al acceder a la tecnología, y no la tecnología en sí misma, el beneficio no es la portabilidad sino la competencia en precios y la posibilidad de escoger quien será el prestador del servicio, así como adecuar su comportamiento y optimizar su utilización. Así como la portabilidad solo es el proceso que garantiza que el beneficio sea oportuno, real y efectivo ante la decisión de un usuario cada vez que vea un incentivo y así lo decida; el AMI es el medio, no el fin. Hay beneficios que no son evidentes al revisar la historia, como la eficiencia energética, dado que sí no ha habido señales económicas, con o sin AMI, no se tendrán valorados registrados. Por supuesto que deben ser estimados con base en otras experiencias, ya que en la actualidad no existen. Un estudio de beneficios basados en la realidad actual es no solo obtuso sino inefectivo e inocuo. Por esto, lo importante no es el último suspiro, sino como va a mejorar para el país la eficiencia energética y para cada usuario la calidad, la continuidad y la competitividad con su aplicación.

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