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Recientemente en un evento sectorial, nos preguntaban sí la demanda eléctrica y sí los usuarios no regulados estaban preparados para aceptar el reto de ser activos en el mercado energético. La ocasión era la presentación de una propuesta para incluir en la política energética, el componente del mercado, la demanda, que hoy es el fin de la oferta, el objetivo de la ‘Misión de Transformación Energética’ y la base para satisfacer el desarrollo, operación, expansión y de la misma política sectorial del país.
En enero, Aciem presentó una política integral para impulsar y complementar la transición energética. Reconociendo el gran impulso de la política actual de diversificación de la oferta y su expansión al generar el marco y mecanismos que están impulsando las Fernc, al revisar referentes internacionales, tales como Alemania y Chile, se encontró que la Gestión Integral de la demanda (GID) es un elemento esencial, pero faltante en el proceso de transformación energética, transformación que conlleva a un nuevo sector y a un nuevo modelo económico.
Se presentó una priorización, se resaltan acciones indispensables, y se proponen algunas conclusiones para que esta parte del mercado también aporte al logro de las metas de reducción de emisiones y descarbonización del país. La demanda es esencial para apalancar la transformación, sin embargo, hoy no cuenta con los espacios, las herramientas y los medios para que su participación se haga realidad.
El nuevo enfoque de la Gestión Integral de la Demanda (GID), es un concepto que abarca no solo la tradicional Eficiencia Energética, sino su combinación con el auto-abastecimiento y el auto-almacenamiento para su respaldo. Incluye, además de ser receptor de una oferta, activar acciones para ser activo y responder cómo demanda a las señales y a los incentivos en precios, en ahorros y conservación, aceptando su papel como prosumidor.
Las decisiones de un usuario son respuesta a la estimación de ingresos y a la selección de opciones de energéticos para expansión futura, a aplicar tecnología y utilizar información para generar valor agregado. La respuesta parte de la opción de monetizar los recursos de un portafolio, de una estrategia de optimización, de como obtener financiamiento, de acceder y contar con programas claves y específicos de desarrollo sectorial, y de cómo adoptar medidas voluntarias.
La Gestión Integral de la Demanda (GID), exige que todos en el mercado, en el sector, en la economía, debamos estar preparados y, claro, los usuarios deben liderar y exigir. Los Usuarios deben ser conscientes y ser parte del cambio cultural, visualizar el nuevo escenario donde conozcan, entiendan, valoren y decidan sobre las alternativas, señales y esquemas que se desarrollen como instrumentos para su gestión.
Exigir esquemas donde toda la demanda de energía pueda reaccionar y pueda de manera inmediata, a corto, a mediano y a largo plazo, participar en la transición energética es un deber. Así como deben designarse y definirse quienes serán los responsables de temas como la medida inteligente, la materialización del valor de la información, el menor valor de la comercialización, y la planeación mejorada, así la demanda estará preparada.
Lleva un camino largo luchando por la competitividad, por la eficiencia, por la competencia en este sector invaluable, por hacerse visible y escuchada. Más allá de la responsabilidad de las empresas del Gobierno, de las entidades y de los prestadores de los servicios y administradores de la información y la tecnología; las empresas industriales y comerciales grandes consumidores de energía, buscan y aportan día a día eficiencia y crecimiento, y consumo energético sostenible.
Por esto, se debe entender que las señales económicas: tarifas y esquemas de precios y mecanismos de participación son los reales habilitadores del cambio.