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Se requiere audacia, perseverancia, voluntad y convicción para no dar un paso atrás. Todo proceso de transformación social se construye en una dinámica de altibajos que tiene cimas con avances significativos y esperanzadores; así como simas que generan dudas y miedos, que podrían restar confianza en el camino trazado. Se puede avanzar si no se pierde el sentido, y en nuestro caso es la vida misma.
El proceso de paz en nuestro país tiene un claro sentido: recuperar el valor de la vida y la confianza entre los colombianos para alcanzar la convivencia pacífica en una cultura del encuentro. El reto es complejo, pero no imposible, se han salvado muchas vidas y se han recuperado las vidas de los excombatientes, que también son colombianos. Son hechos reales, verídicos, que deben hacerse más visibles y notorios, para contrarrestar la narrativa de sospecha, odio y distanciamiento que unos pocos quieren tejer.
Estos avances son los verdaderos protagonistas de la esperanza de una paz positiva posible; pero tienen un factor crítico y es superar la polarización que se quiere seguir alimentando. En palabras de Kofi Annan cuando visitó Colombia y respaldó el proceso de paz: “la paz es, ante todo, un asunto humano y solo funciona si la toma en sus manos la sociedad entera”.
Este mensaje de unidad y la necesidad de involucramiento de todos ha sido un llamado reiterativo. Hoy hace dos años, el Papa Francisco nos hizo una invitación concreta, dar el primer paso hacia la reconciliación y hacia una cultura del encuentro necesarias para avanzar. En este momento que vive nuestro proceso de paz, hay que mantener la esperanza y la confianza con acción y determinación. Por ello, es pertinente recordar algunas de sus orientaciones, en especial una advertencia a cuidar los frutos que ya tenemos 730 días después de su visita:
“Resulta difícil aceptar el cambio de quienes apelaron a la violencia cruel para promover sus fines, proteger negocios ilícitos y enriquecerse, o para, engañosamente creer estar defendiendo la vida de sus hermanos. Ciertamente es un reto para cada uno de nosotros confiar en que se pueda dar un paso adelante por parte de aquellos que infligieron sufrimiento a comunidades y aun país entero. Es cierto que en este enorme campo que es Colombia todavía hay espacio para la cizaña. No nos engañemos. Ustedes estén atentos a los frutos, cuiden el trigo, no pierdan la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones alarmistas”.
El cuidar los frutos implica creer y optar por la reconciliación: “Queridos colombianos: no tengan miedo a pedir y a ofrecer perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas y tender puentes, de limar diferencias. Es la hora de desactivar los odios, y renunciar a las venganzas, y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno. La invitación es a perder los miedos que nos inmovilizan y retardan la urgencia de ser constructores de la paz y promotores de la vida”.
Podemos reconocer que nuestro país ya no es el mismo, hemos avanzado, muchos hemos dado pasos hacia adelante y ya tenemos frutos, cuidémoslos con unidad, esperanza y confianza en una paz que salva vidas, fortalece la convivencia, y se afianza a pesar de la cizaña.