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La candidatura de Amelia Pérez deberá ser revaluada por la insensatez de su pareja. Imagínese que usted está a punto de cumplir su sueño profesional. El trabajo por el que trabajó décadas enteras para realizarse en lo más alto de su proyecto de vida. Convertirse en el gran CEO de una compañía, llegar a un cargo público importante, ser presidente de un grupo empresarial, o ser elegida fiscal general.
Imagínese que en un país convulsionado está usted a un paso de tener uno de los cargos más respetados y de más poder en Colombia, que lo pone a jugar incluso en el escenario internacional por su trabajo conjunto con el gobierno americano, el Reino Unido, Europa en general. Imagínese las posibilidades de generar hechos reales de impacto en la sociedad con la persecución del crimen. Resolver injusticias, llegar a la verdad de casos desconocidos, equilibrar el juego en favor de las víctimas y no de los victimarios poderosos.
Piense que usted está a solo tres votos de lograr la designación más importante de su carrera en la consolidación de su vida profesional y personal. Y entonces su pareja queda expuesta,: un radical activista, que se dedica casi que por oficio a insultar a medios, periodistas, políticos de oposición al Gobierno, y a la propia Corte que está a punto de elegirla. Su sueño profesional empieza a hacerse borroso y un poco lejano. Usted estaba volando sobre las nubes de sus ambiciones de vida y de repente se le escapan y empieza a caer a tierra firme.
Amelia Pérez tiene una pareja problemática. Ella, por su puesto, no debe ser responsable de lo que su esposo opine o piense políticamente sobre cualquier persona en el país. Pero para el cargo de fiscal General de Colombia, sí hay una enorme dificultad en opiniones de alguien tan cercano y en casos trascendentales como el de Nicolás Petro.
El activismo de Gregorio Oviedo es simplemente evidente en favor del proyecto político de Gustavo Petro, y entonces debe preguntársele a Pérez qué tanto influiría su pareja en el rumbo de sus decisiones sobre casos de interés nacional y sobre los cuáles tendría que tomar un camino puntual.
La próxima fiscal General tendrá en su oficina el juicio contra Nicolás Petro, las 4 investigaciones a Armando Benedetti, el capítulo de financiación posiblemente irregular de Fecode con $500 millones que no habrían sido reportados; el caso de Marelbys Meza y otros cuantos que involucran directamente al proyecto político del presidente.
¿Es acaso el proyecto político del presidente, el proyecto político de la doctora Amelia y su pareja? ¿Qué pasará con periodistas críticos, que el esposo de la posible fiscal ha llamado “miseria humana”, como con mi compañera y colega, Darcy Quinn? ¿Qué pasará con el hijo del presidente de la República?
Es verdad que en Colombia no ha habido fiscales absolutamente imparciales. Ese es el diseño institucional producto de una terna que es enviada por el jefe de Estado. Indudablemente el sueño profesional de la abogada Pérez está en la cuerda floja. Y la lección es que hasta para los acuerdos de pareja se requiere inteligencia emocional, sensatez y prudencia. La Corte no puede pasar por alto la enorme alerta que significa el radicalismo de Oviedo y la posibilidad de que eso influya en la próxima fiscal.
Amelia Pérez es una mujer con una trayectoria importante en la investigación penal; trabajó en la Fiscalía como fiscal de Derechos Humanos y tiene una especialización en crimen. Pero también fue asesora de la Alcaldía de Bogotá de 2012 a 2015, todo el periodo de Gustavo Petro. El poder del fiscal en Colombia es especialmente grande. En las manos de Pérez estarían las decisiones sobre capturas y quiénes podrían ir a la cárcel. Hay que preguntarse si el ruido de su pareja con el mar de insultos a quienes no valida, sería un factor importante en su equilibrio de vida y de trabajo. Seguramente los ejemplos de fiscales hasta ahora tienen muchos vacíos, pero este es un cráter en la luna que genuinamente asusta. La Corte tiene una encrucijada a resolver.