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Lo mínimo es que el director de la Unidad de Inteligencia y Análisis Financiero, Luis Eduardo Llinás, renuncie.
El error del presidente Gustavo Petro le costó a Colombia la expulsión del grupo Egmont en donde están todas las agencias de inteligencia contra lavado de activos del mundo.
Hoy no tenemos esa cooperación.
Petro recibió un documento y no tuvo la delicadeza de preguntarle a Estados Unidos si sabía de esa transacción para la compra de un Software que tiene el propósito de perseguir narcotraficantes, terroristas y lavadores de dinero. Ni siquiera lo consideró. No hizo la debida diligencia.
Resulta que la Casa Blanca confirmó al propio embajador García Peña que el software en efecto fue adquirido por ese Gobierno y, aunque aún quedan dudas, la historia es sumamente diferente a la telenovela que el presidente estaba montando con ayuda del medio público que convirtió, para tristeza de todos, en una caja de resonancia, censura y maltrato laboral, como revelamos en El Colombiano.
El presidente nunca tuvo una sola prueba de que Pegasus se hubiera usado para perseguir jóvenes en las protestas, nunca tuvo una sola prueba de que se hubiera usado para chuzar a su campaña. Pero así lo dijo en televisión nacional sacando al país de Egmont por violar la confidencialidad de un documento reservado. Irresponsable.
En todos los temas, no hay excepción, el presidente antepone la ideología a los hechos. Y eso, ya está visto, lo ha llevado a cometer error tras error. Que sea el Gobierno americano el que lo desmienta es un oso internacional.
Sobre todo porque los que pensaban que Petro iba a tener una actitud de distancia frente a la Casa Blanca se equivocaron. Estados Unidos ha sido su mayor aliado. Ya no será igual con Trump, por supuesto.
El peor enemigo del presidente es él mismo; su terquedad, el ánimo de pelea todo el día todos los días y su ambición de buscar dividir en cada uno de los asuntos de interés público. Ya lo volvimos a ver con la Autopista norte y el Metro como en un ciclo interminable de argumentos y rabietas. Un día su enemigo es Duque, otro es Galán, otro es Fico y Rigoberto Urán. Y el mandatario cree que el país no se cansa de su temperamento revanchista, sino que se regocija en su sed de venganza. ¿Quién le dice eso?
El problema es que aquí hubo una consecuencia lamentable. Por la falta de rigor del presidente, nos quedamos por fuera de Egmont y ahora nos enteramos que fue Estados Unidos quien compró Pegasus para perseguir a los narcos.
Una evidencia más de que a veces es mejor anteponer los hechos a la ideología. ¡Qué Gobierno!