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No le creo a Sandra Ortiz. He investigado su perfil, visto las audiencias de la Fiscalía y hablado con varias fuentes de su entorno. Ortiz ha negado todas las acusaciones de quienes antes eran sus compañeros de Gobierno. Olmedo López y Sneyder Pinilla la acusaron de ser la mujer que presuntamente llevaba la maleta con efectivo a Iván Name para la campaña de su hija, María Clara Name. $3.000 millones en dos entregas.
La razón es que Name y Ortiz se conocían desde hace varios años y se ayudaron mutuamente en las campañas políticas. Hay varios videos de las campañas al congreso de Ortiz en donde Name toma el micrófono y la exalta como la gran mujer de Boyacá, en donde construyó estadios y se logró un papel de relevancia en la política local hasta llegar al Congreso. Le decían “la madrina del deporte”.
Ortiz de hecho fue precandidata a la Presidencia por el Partido Verde. Pero lamentablemente para ella las pruebas en su contra son contundentes. La exalta consejera no ha sabido explicar qué hacía reuniéndose en hoteles y en habitaciones privadas con el director y el exsubdirector de la Ungrd en el mes clave de las elecciones locales.
Es más, ella misma se paró en una tarima en Montelíbano 15 días antes de las elecciones de octubre para hacerle campaña a los Calle. Allí presentó al presidente de la Cámara Andrés Calle ante el público. Petro dijo que no era un evento de campaña, pero todo el mundo en Córdoba sabía que Gabriel Calle, el hermano del representante, era el candidato a la Gobernación. Y el padre de ambos era el candidato a la Alcaldía del municipio en el que hacían anuncios de tierras. Finalmente, Gabriel Calle Demoya ganó la Alcaldía y su hijo Gabriel perdió la Gobernación pero se hizo un asiento en la Asamblea Departamental manteniendo un enorme poder que los ha llevado a pelear con otros clanes políticos por el control de la Hidroeléctrica de Urrá.
Ortiz era también la que definía a qué regiones se le debía dar prioridad y su papel en la organización electoral para que el Gobierno compitiera en 2023 debió ser determinante. Hasta ahora no hay ningún indicio de su inocencia. Se ha dedicado a culpar a otros y a victimizarse con la historia de su vida, como si fuera la única mujer a la que le tocó ganarse un lugar con esfuerzo y saltando obstáculos. Culpó a Laura Sarabia por hacer un supuesto complot en su contra pero no ha presentado ninguna prueba. “Se habla con la fiscal, con la procuradora” fue lo único que dijo. Y no se trata de defender a Sarabia. Los lectores saben cuán crítico he sido de su gestión, he investigado a su hermano y a sus decisiones. Pero Ortiz pretende una estrategia risible de amenazar con información a otros sin aceptar su responsabilidad y tratando de pasar en limpio.
La verdad es que la única posibilidad de decencia que le queda a Sandra Ortiz es contar lo que sabe. Eso junto a buscar un principio de oportunidad con la Fiscalía y garantizar protección para ella y su familia. Esa información estando en el núcleo del Gobierno es poderosa y certera. Pero solo la verdad puede realmente convertirse en el camino a su libertad. Ortiz tiene que aceptar lo que hizo y contarle en rigor al país los detalles de todos los movimientos para ganar las elecciones y pasar las reformas. No indignarse con las acusaciones e insultar la inteligencia de los colombianos. Hable, Sandra. Ese es su único camino.