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El presidente Donald Trump lleva dos semanas gobernando por segunda vez y ya impuso una de sus bases de la campaña electoral como discurso de su figura presidencial: el odio a los inmigrantes. El problema, más allá de la crisis histórica desatada por el mal gobierno del presidente Petro y su temperamento, y la excesiva respuesta de Trump, es que la narrativa del presidente de los Estados Unidos valida un discurso que bien podría ser leído como fascismo. Y eso es bastante grave.
Los argumentos de muchos quienes estuvieron en la conversación esta semana debatiendo y cuestionando a Petro, con razón, son simplistas en el problema complejo de la migración. No queda duda de que la crisis diplomática que ya afectó las relaciones entre Estados Unidos y Colombia esta semana y por lo que quede del Gobierno es responsabilidad del presidente y su falta de método para tomar decisiones. Es su responsabilidad sobre todo porque Petro es preso de la falta de inteligencia emocional mientras baja su dedo en la pantalla viendo X. Por esas mismas razones uno de sus comportamientos es la permanente desinformación.
Gracias a una acción pronta del ex canciller Luis Gilberto Murillo y de Laura Sarabia la crisis se resolvió. Si no hubiera sido así habría significado la peor situación económica de los últimos años para los exportadores y para los consumidores dentro del país, porque Petro alcanzó a ordenar una medida de “tit for tat” que era la retaliación de 50% de aranceles a los productos importados de Estados Unidos.
Pero sigamos con la migración. Esta semana me llamó la atención que en varios de los “spaces” de X convocados para discutir la noticia, algunas personas usaron el verbo “limpiar” como excusa a Donald Trump en sus promesas de campaña, sus órdenes ejecutivas y su discurso de presidente. “Él prometió limpiar a Estados Unidos y eso es lo que está haciendo”, dijo una tuitera en uno de los espacios.
El peligro de Trump, que es un presidente populista de derecha, es que su discurso en varios temas es completamente emocional pero ausente de datos y academia. Trump, además de ser un negociante sagaz, es un ilusionista de las emociones. Dijo en un debate televisivo, por ejemplo, que en algunas ciudades de Estados Unidos los inmigrantes estaban comiendo gatos y los perros sin ninguna evidencia. Eso genera, como diría Richard Firth Godbehere, emociones inmediatas que son las del repudio y el miedo.
Con eso consigue una conexión emocional con quienes empiezan a sentir repudio y miedo y necesitan encontrar una respuesta a esas emociones. Trump interpreta que los causantes del repudio y el miedo son los inmigrantes ilegales. Luego, hay que “limpiar” a su país. Lo que dijo esta semana sobre los deportados colombianos es una mentira y una mentira doble. El presidente estadounidense aseguró que la razón por la que les ponían cadenas a los deportados era porque eran peligrosos “asesinos, narcotraficantes y violadores”. “De los peores que hayas visto”, insistió.
Eso no solo no es cierto -ninguno tenía antecedentes penales ni en Colombia ni en USA- y, además había más de 30 niños, sino que refuerza las mismas emociones a partir de una generalización que no tiene ningún fundamento: Que los inmigrantes indocumentados son los peores criminales.
Los estudios demuestran todo lo contrario. Un paper del National Bureau of Economoic Reaserch concluyó que, lejos de las hipótesis de Trump, los inmigrantes de todos los orígenes tienen 60% menos de probabilidades de ser encarcelados y 30% menos que los hombres blancos estadounidenses. Otro estudio del Brennan Centerfor Justice, concluye que las ciudades “santuario”, a las que han llegado más inmigrantes en Estados Unidos: Boston, Nueva York, Chicago y Washington, tienen índices generales bajos de crimen y, de hecho, han reducido el crimen año a año conforme han aumentado los números de los inmigrantes.
¿De qué hay que limpiar entonces a Estados Unidos? Es verdad que todos los países tienen autonomía para imponer sus políticas migratorias y que la migración irregular no es el mejor escenario. Pero los contextos y la complejidad de las causas no puedes ser fácilmente resueltas y contestadas con generalizaciones absurdas frente a seres humanos que pasan a estar en peligro, porque se trata de frente de un discurso de odio.
Lo que traduce Trump para muchos es: Si eres migrante, eres criminal. Si eres migrante, estás robando nuestro país. Vete.
Petro es un mal presidente. Improvisa, no es buen gerente, su forma de administración es un caos continuo, y muchas otras cosas. Pero no por eso se puede graduar a Trump de un ideal o un héroe. La política de migrantes de Trump es muy cuestionable y valida las peores actitudes de la historia humana frente a los diferentes.