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Señor Presidente, es cierto que el abordaje con Venezuela debe ser diferente al del Gobierno anterior. El expresidente Duque se equivocó por inmadurez en lo público precipitando una guerra diplomática contra un país con el que compartimos más de 2.000 kilómetros de frontera. Aunque el énfasis en la atención migratoria a los ciudadanos que escaparon del régimen fue solidario y bien manejado, también fue un fracaso la ausencia total de un “back channel” para la cooperación judicial, los negocios de empresarios, y la lucha contra el crimen en la frontera.
Eso no significa que Colombia deba convertirse en el nuevo mejor amigo de un régimen autoritario que sepultó la división de poderes y es acusado por Naciones Unidas de torturar presos políticos bajo esquemas de delitos sexuales, y de narcotráfico y lavado de activos por el Gobierno de los Estados Unidos.
En poco más de siete meses usted se ha reunido cinco veces con el presidente del del régimen de Venezuela, Nicolás Maduro. Casi una vez por mes. Lo hizo tres veces en Caracas, una en la frontera y otra en Egipto. La señora primera dama, Verónica Alcocer, también hizo una visita en su representación para hablar con Cilia Flores.
También recientemente el embajador Benedetti hizo una visita a Washington en la que no queda claro si lo hizo a nombre del Gobierno colombiano o del venezolano. “Hablaremos de Colombia, las relaciones con Venezuela y de Venezuela con el Dpto de Estado”. ¿A cuenta de qué el embajador de Colombia en Venezuela está haciendo lobby pro venezolano ante autoridades americanas?
Señor Presidente, su Cancillería publicó recientemente un durísimo comunicado rechazando conductas autoritarias en el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua. “Dictatoriales procederes”, dijo el canciller. Usted mismo ha decidido desarrollar una controversia innecesaria con el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, peligroso populista de derecha, por abusos en las cárceles y tratos inhumanos.
Nadie le pide que, como Duque, declare una enemistad perjudicial para Colombia que no tiene sentido. Pero podría guardar un poco más de prudencia con una dictadura que es señalada en el mundo por empobrecer a su población, generar una crisis de migrantes sin precedentes, perseguir y torturar a presos políticos y adueñarse de todos los poderes del Estado rompiendo por completo la democracia.
Ahora bien, es importante saber en qué términos queda su Gobierno luego del enorme favor de la deportación de Aida Merlano, una semana después de que estallara el escándalo sobre su hijo, Nicolás Petro. Algunas fuentes de alto nivel aseguran que a cambio de esa deportación habría un acuerdo para que Colombia le entregara a Maduro a los delegados de Juan Guaidó en Monómeros.
Todos los responsables de cualquier hecho de corrupción deben pagar, pero canjes por favores no es algo que se vea bien, menos con quien es acusado de convertir a uno de los países más prósperos de América Latina en una dictadura.
Usted debe entenderlo bien porque hasta ahora todos los encuentros han sido por visitas suyas. ¿Por qué no viene Maduro a Colombia?
Señor Presidente, mantener relaciones inteligentes con un país vecino con el que se comparte tanto es razonable. Usted se ha dedicado a denunciar la violencia política toda su carrera. Es mejor que no parezca solidario con las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos, ni cómplice.