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Gustavo Petro impuso un tono autoritario y peligroso con el periodismo. Sus actitudes y posturas frente a la libertad de prensa son atemorizantes para la estabilidad democrática.
El Presidente no solo miente todos los días sobre el trabajo periodístico que lo cuestiona, sino que hace también uso de indirectas estigmatizantes, ocupa espacios que son para la información, y ha establecido un discurso en el que los periodistas somos, según él, idiotas útiles cooptados por los intereses de los dueños de los medios. Eso es no conocer la historia del periodismo colombiano.
Una de las razones por las que en la democracia liberal se le dio tanto valor a la libertad de prensa y hubo luchas enormes luego de la revolución francesa y el establecimiento de las repúblicas es el control a quien ostenta el poder en el objetivo de que no se convirtiera en tirano. La democracia liberal, que no solo tiene que ver con las elecciones y la soberanía del pueblo, se basa en el equilibrio y las limitaciones al poder absoluto. Esa es la forma de Gobierno sobre la que se fundamenta Colombia. Pero Petro cree realmente que es un rey. Por eso le dice a Héctor Abad que “soy su presidente” y usa sus funciones como si en realidad se tratara de tal.
La libertad de prensa es un control al poder para que no desemboque la tiranía. El viernes mientras escribo esta noticia el Presidente de Colombia señaló a El Espectador de tener un “lazo” con una cuenta anónima de X que hace permanentemente amenazas de muerte a funcionarios del Gobierno y activistas. Es decir, Petro no sugirió, sino que afirmó, que El Espectador tiene una relación con un acosador que hace amenazas de muerte. Una mentira.
En varios consejos de ministros ha dicho que El Tiempo planea golpes de Estado contra su fuero, lo cual es de una gravedad absoluta, y les ha quitado espacios informativos a los noticieros de televisión. El Presidente ha puesto en riesgo la vida de periodistas porque ha difundido un discurso de odio que en su fuero adquiere legitimidad para extremistas que pueden convertir esos discursos en acciones reales.
Petro no solo miente sobre la prensa, sino que tiene un discurso cargado de simplificaciones que luego son correspondidas por una preparada estrategia narrativa de Rtvc. Allí llaman a los medios masivos “corporativos”. La idea que tiene Petro de los medios es equivocada, panda y falaz, pero esa es la idea en general de los populistas.
Esto es fácil de verlo. Trump y Petro, al final, son populistas en el espectro contrario. Pero tienen cualidades idénticas. Una de ellas es su ego. Otra es el discurso sobre la prensa. Si se hace un análisis crítico del discurso, ambos mandatarios dicen lo mismo con argumentos diferentes. Para Trump la prensa americana obedece a intereses del “wokismo” y para Petro de la “oligarquía”, pero en esencia ambas mienten, desinforman, tienen agenda política y obedecen a los intereses de sus dueños. Una de las características del populismo es reducir los problemas del mundo a la culpa de la élite. Trump y Petro hacen esto igual. Uno contra la élite globalista y el otro contra la élite económica nacional.
Eso ha pasado también en la región en discursos como el de Rafael Correa, Maduro y Chávez, Bolsonaro, Amlo, Milei y Bukele. Todos son populistas que sobresimplifican el mundo, pero al final a todos hay algo que los une indivisibles: el desprecio por la libertad de prensa. Y con ello, el desprecio por la democracia liberal. Porque no puede haber una cosa sin la otra. En el siglo XXI la libertad de prensa no solo se garantiza no usando el Ejército para tomarse con el monopolio de la violencia las salas de redacción y cerrando medios. Eso es de las dictaduras del siglo XX.
También se atenta contra la libertad de prensa con mentiras sistemáticas, acusaciones falaces, discursos violentos, intromisiones e intentos de desprestigio. Lo que hace el Presidente de Colombia.