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El presidente es realmente un personaje difícil de comprender. Se necesitarían análisis de varios perfiles de expertos para descifrarlo en medio de las incongruencias de su discurso y sus acciones todos los días. Es un gobernante que da tumbos entre el discurso y el pragmatismo, sin que se entienda al final cuál es la meta y para dónde va. Pero deja luces.
La primera idea clara es que el discurso de Petro, su talento oral, es un arma que utiliza de manera implacable para establecer miedo. En su secuencia de palabras efervescentes cuando está frente a las masas utiliza calificativos y conceptos para que lo aplaudan. Esas palabras dichas en un contexto de admiración y Mesías se quedan y pueden llegar a generar una polarización peligrosa. Así de puertas para adentro en Palacio el presidente haga exactamente lo contrario.
Aquí va un ejemplo concreto. El fin de semana pasado, Petro habló contra quienes lo cuestionan asegurando que los que gritan el “fuera Petro” (miles de personas en el estadios y otros eventos) son “ricos y asesinos”. Acusó a quienes quieren enriquecerse y no permitir los cambios para el pueblo, y habló de un deber histórico para evitar “un baño de sangre” en las próximas elecciones.
Un día después, la primera reunión del presidente temprano en la Casa de Nariño fue con Jonathan Malagón, presidente de Asobancaria, y con los gerentes de toda la banca del país para lograr un acuerdo de inversión a sectores del interés del mandatario. Los bancos hablaron rápidamente de $50 billones, para persuadir sobre las inversiones forzosas.
Pero, ¿por qué esa composición de palabras? Justamente porque asusta. Nadie en comunicación política entendería que un Gobierno tuviera como fin darle ese nombre a una propuesta de política pública. Inversiones forzosas son dos palabras que asustan a cualquiera, mucho más si se trata del ahorro de las personas. La estrategia del presidente es fácil y muchos caen.
Confunde a la prensa, que rápidamente sale a descalificar al Gobierno y acusarlo de comunista, asusta a la banca y los gremios y luego los cita a reuniones para lograr un acuerdo a cambio de no darle continuidad a la idea de las inversiones forzosas. Y con el poder que tiene el Gobierno para definir el porcentaje del encaje bancario.
Petro sabe que, como decía Trump, ante sus bases podría pararse en la mitad de la gran manzana, dispararle a alguien y no perdería votos. Sus bases hoy tienen la idea irremisible de que contra Petro está la prensa, el poder económico, la élite, el poder político. Y que en esa faceta de víctima todo lo que proponga y los medios lo cuenten es mentira o está tergiversado. Luego, por más que asusten palabras como inversiones forzosas, eso no lo afectará.
Ha pasado lo mismo con el concepto de la constituyente y el “fast track”, de los que no quedó nada; la reforma a la salud, y la tributaria y el 5 x 1000. Es mentira, dicen. “Todo es mentira”.
Petro acusa a los banqueros y los dueños de la prensa, pero va a inaugurar acueductos en La Guajira con inversiones de más de $100.000 millones con el grupo Aval. Petro insulta a la Flip y a los medios y periodistas durante dos años, y luego aparece un mensaje de algún radical muy cercano al Gobierno que dice que hay que cerrar medios. La Flip se sienta con el presidente y este pide entonces que se cree un órgano civil para revisar a la prensa.
La estrategia es el poder de su discurso y el miedo, porque en ese proceso, piensa Petro, está el fin que es la salvación de los pobres. Qué difícil que al presidente no le interesen las consecuencias de la polarización violenta como estrategia. En eso se parece mucho a Trump.