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La aparición y propagación del covid-19 ha ocasionado un cambio abrupto en las dinámicas sociales y económicas a nivel mundial, obligando a la mayoría de los países a decretar medidas de confinamiento social que, si bien han logrado ralentizar la propagación de la pandemia y fortalecer los sistemas de salud locales, también han afectado significativamente a la economía real y los mercados financieros internacionales.
Por un lado, la actividad productiva alrededor del mundo exhibió un fuerte deterioro en la última parte del primer trimestre, llevando a que en muchos países se registraran contracciones de la demanda agregada o bajos crecimientos, como en el caso de Colombia (1,1% en el primer trimestre).
En sentido similar, hacia ese mismo periodo los mercados financieros experimentaron una gran volatilidad que se tradujo en (i) una salida de capitales de los países emergentes sin precedentes, (ii) un encarecimiento del endeudamiento soberano y (iii) grandes pérdidas en los índices bursátiles.
Con el fin de hacer frente a la acentuada desaceleración de las economías, las principales autoridades monetarias del mundo, tales como la Reserva Federal de los Estados Unidos y el Banco Central Europeo, además de haber recortado las tasas de interés hasta a niveles cercanos a cero, han venido realizando compras de activos a ritmos y escalas no vistas.
Estas herramientas, que han aumentado la liquidez global de manera sustancial, sumadas al desescalamiento de las medidas de confinamiento social, han contribuido a mitigar las pérdidas observadas en los mercados accionarios durante los últimos dos meses, un hecho que permite anticipar mayores niveles de certidumbre y apetito inversionista.
Entretanto, los bancos centrales de varios países emergentes, entre ellos el Banco de la República, optaron por emular algunas de estas medidas, con lo que lograron proteger la estabilidad financiera, generar certidumbre y atraer nuevamente parte de los flujos de capitales que habían salido intempestivamente de sus economías en el primer tercio del año.
En Colombia, más allá del nerviosismo que se ha presentado en el mercado de capitales, la menor aversión al riesgo por parte de inversionistas extranjeros y tenedores de TES locales, así como la paulatina recuperación de los precios del petróleo, han incidido positivamente en la valorización de los títulos de deuda pública y en una reducción sustancial en las tasas de interés de estos bonos. Un escenario a todas luces positivo para nuestro país, ya que le ha permitido al Gobierno endeudarse a bajos costos y hacer frente a las presiones fiscales ocasionadas por la pandemia.
Sin embargo, en necesario anotar que nuestro mercado de capitales y la entrada de flujos de capital al país en los próximos meses se verán expuestos a riesgos asociados a un posible rebrote del virus, a una eventual ruptura de los acuerdos de la Opep+, ante el incumplimiento de las cuotas de recortes por parte de algunos de sus miembros, y a la profundización de la desaceleración económica.
Es por ello por lo que, en medio de la incertidumbre que prevalece en la economía global, centrarse en fortalecer la estructura productiva es hoy una prioridad. Para lograrlo, además de contar con la continuidad y oportunidad en las decisiones de política monetaria del Banco de la República, es necesario que tanto el Gobierno Nacional como los gobiernos locales trabajen de forma conjunta en garantizar la pronta reactivación de los sectores económicos en todo el territorio nacional.