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Las pequeñas y mediana empresas (Pyme) son fundamentales en la estrategia de desarrollo productivo en la medida en que conforman la mayor parte del tejido empresarial. No en vano, en los planes de gobierno de las economías en desarrollo, el apoyo a estas empresas ha cobrado gran relevancia debido a la cantidad de empleos que generan, y a su aporte al crecimiento económico. De hecho, las Pyme contribuyen en promedio con alrededor de 65% del empleo y 35% del PIB en Latinoamérica.
En este escenario, los riesgos en materia de acceso al crédito, asociados a los ciclos económicos adversos, han sido siempre un elemento a considerar en la política económica dado su alto impacto en la dinámica productiva. De hecho, la coyuntura económica actual ha comenzado a plantear dudas sobre la capacidad que tienen muchas Pyme para sostenerse en el mercado, más aún cuando el crédito comercial y el microcrédito tienden a moderarse en momentos de menor dinamismo económico.
Sin embargo, la Asociación de Instituciones Financieras, Anif, ha publicado recientemente un estudio donde se señala que los efectos del ciclo económico sobre las Pyme se han venido suavizando. En efecto, los resultados indican que la elasticidad del crédito comercial al ciclo económico se ha reducido durante la última década, en especial para el crédito empresarial. Resalta que durante el periodo 1995-2003, la cartera comercial y empresarial reaccionó en mayor medida a variaciones en el crecimiento económico que durante el periodo comprendido entre 2004 y 2015, una clara señal que el acceso al crédito es ahora menos elástico a los choques. Un resultado atribuible a que tenemos un sector bancario más sólido y que contrae mucho menos el ritmo de otorgación de créditos incluso en momentos donde el desempeño económico se encuentra por debajo de sus niveles potenciales.
Esta mayor estabilidad en el crédito es una buena noticia, tanto para el sector financiero como para la Pyme, pues durante el periodo en que la banca experimentó su proceso de consolidación, expansión y fortalecimiento, el efecto de los ciclos económicos sobre la dinámica del crédito productivo se suavizó. A esto hay que sumarle que este periodo se caracterizó, además, por un adecuado manejo del riesgo crediticio, pues los indicadores de calidad de cartera alcanzaron, en promedio, cerca de 2,1% y 5,9% para el crédito comercial y el microcrédito, respectivamente.
Si bien esto resulta positivo para las Pyme por cuanto garantiza mayor acceso al crédito en contextos económicos como el actual, alcanzar una mayor profundización financiera en este segmento es todavía uno de los grandes retos. Según datos de Felaban, la profundización del crédito empresarial en países como Chile y Perú asciende a 54,4% y 37%, respectivamente, mientras que en Colombia se encuentra en 26,8%. Con base en la Gran Encuesta Pyme de Anif, un hecho que llama la atención es que, si bien una alta proporción de los empresarios Pyme que deciden recurrir al sistema financiero para solicitar un crédito obtienen la aprobación, el porcentaje de empresarios que no lo solicita es relativamente alto.
Y aún pese a que buena parte de estas Pyme que no acceden al crédito formal es porque no lo necesitan (cerca de 50%), elementos como los requerimientos de garantías y colaterales y la falta de información para analizar la capacidad de pago se han constituido como obstáculos para esa buena parte de las empresas que sí lo necesitan. Asimismo, entre las barreras más nocivas se encuentra la carencia de educación financiera, un hecho que se evidencia en la elevada utilización del crédito informal (con intereses por encima de la usura) y en el bajo uso de alternativas como el factoring y el leasing.
En síntesis, a pesar de que el crédito destinado a las empresas y en especial a las Pyme ahora es menos volátil al ciclo económico, tenemos aún el gran reto para que estas empresas utilicen las diferentes alternativas financieras y tengan el conocimiento para optimizar su liquidez de tal forma que jalonen de manera sostenida el crecimiento que el país necesita.