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Analistas 31/10/2018

Señales inquietantes…

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria
La República Más

Uno de los grandes supuestos que alimenta las perspectivas de una senda progresiva de fortalecimiento de la actividad productiva en el corto plazo es la reactivación del consumo privado.

Esta premisa reposa bajo el entendido que la confianza de los consumidores, minada seriamente en años anteriores, empezaría a retornar persistentemente a terreno positivo. Sin embargo, esta expectativa, que resultaba ser sólida a comienzo del año, parece tener ahora algunos tintes dubitativos respecto a su materialización.

Después de un prolongando periodo de 27 meses consecutivos en que la confianza del consumidor fue negativa, en abril pasado, con satisfacción, se concretó la esperada recuperación de este indicador líder y, de manera subsiguiente, se empezaron a reactivar las demás variables asociadas a la confianza, como las ventas de comercio y las importaciones de bienes de consumo.

En suma, la hipótesis por medio de la cual la demanda interna impulsada por el consumo de los hogares volvería a ser motor de crecimiento empezaba a concretarse, en medio de la casi ausente expansión de la inversión.

No obstante, desde julio pasado se viene registrado un patrón que, casi inadvertido durante los últimos meses, se hizo más notorio con la última publicación de los resultados sobre la confianza de los hogares.

Las cifras negativas volvieron a ser protagonistas y ahora invitan a la reflexión respecto a si este comportamiento es meramente coyuntural o si es una señal de alerta no solo para el cierre de este año, sino para la formación de expectativas sobre el crecimiento económico de cara a 2019.

Específicamente, la última lectura del indicador de confianza del consumidor fue ilustrativa en señalar que, por un lado, el registro negativo obedeció a que los consumidores volvieron a percibir, mayoritariamente, deterioros en su situación económica. Por otro lado, el tema sobre expectativas, aunque con menor deterioro, también se vio afectado negativamente.

El análisis de los datos “duros” respecto a las dinámicas de consumo, derivado en buena parte de la senda de crecimiento de las ventas de comercio minorista, deja entrever también algunas señales inquietantes.

La tendencia positiva y relativamente marcada respecto a la expansión en los niveles de comercialización que se venía presentando hasta junio de este año se ha moderado, en buena medida por las ventas de bienes semidurables.

Adicionalmente, si bien se han venido observado algunas señales de desaceleración en las principales ciudades del país, la situación hoy luce particularmente inquietante en ciudades como Bucaramanga y Cali.

Adicionalmente, desde el punto de vista crediticio, aunque la cartera de consumo ha venido creciendo a ritmos de 5% real, no se ha observado un repunte marcado a lo largo de este año. Este comportamiento hace poco probable que en el corto plazo se puedan apreciar expansiones en dicho rubro a tasas de superiores al 8%, como ocurría hace unos pocos años.

La coyuntura actual nos invita a analizar con lupa la dinámica de la confianza y el consumo, determinantes claves para la actividad económica. Cabe ahora preguntarnos si se trata de vientos estructuralmente adversos en la dinámica de recuperación o de comportamientos meramente transitorios.

El caso es que este compás de espera se vuelve un llamado para que el accionar de la política económica tome medidas conducentes a evitar que vuelva a recaer en un terreno de desaceleración. Y la primera señal la daría nada menos que la presentación esta semana de la Ley de Financiamiento.

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