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La actividad económica del 2018 terminó, como lo anticipo el grueso de analistas, con resultados positivos frente al registro de 2017. La reactivación de la demanda interna, particularmente del consumo privado y del Gobierno, así como la mejoría de buena parte de los indicadores líderes, señalarían que la demanda agregada podría haberse expandido a un ritmo cercano al 2,7% real, cifra que contrasta positivamente con la registrada en 2017 (1,8%).
Aspectos como la convergencia de la inflación al rango meta, la disminución del déficit comercial y el cumplimiento de la regla fiscal favorecieron dicha reactivación, a la vez que permitieron que el país no se viera afectado significativamente por un contexto externo que se caracterizó por una elevada vulnerabilidad en los mercados emergentes y el escalamiento de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China.
Para el año en curso, se espera que el proceso de recuperación se consolide y que el crecimiento de la economía bordee 3,2% real, un resultado derivado de la reactivación de los canales de inversión, de una política monetaria que seguiría estimulando la oferta de crédito bancario y de la permanencia de la inflación en su rango meta. En esta línea, se espera que las doce ramas de la actividad productiva vuelvan a exhibir tasas de crecimiento positivas, destacándose la dinámica de sectores como la administración pública, las actividades financieras y de seguros, el comercio y la industria.
No obstante, debe advertirse que el promisorio panorama para la economía en 2019 no estará exento de riesgos en el ámbito local y externo, que en caso de materializarse afectarían el desempeño de la actividad productiva. Al respecto, el menor crecimiento de nuestros socios comerciales, el recrudecimiento de los diferendos comerciales entre Estados Unidos y China, una aceleración de la normalización de la política monetaria liderada por la Reserva Federal, además de una mayor volatilidad del precio del petróleo, se configuran como los riesgos de mayor importancia para nuestra economía.
En el ámbito local, los posibles retrasos en la ejecución de los proyectos de infraestructura 4G podrían afectar una vez más la actividad productiva y las perspectivas a mediano plazo. Sumado a esto, un eventual empeoramiento de las condiciones climáticas asociado al impacto del Fenómeno de El Niño, que en principio tendrá un carácter de leve/moderado, generaría presiones inflacionarias e iría en detrimento de la dinámica del sector agrícola y la generación de energía.
Así las cosas, la aceleración del crecimiento económico esperado para 2019 es a todas luces una buena noticia para el país, en la medida que permitiría que la confianza de los consumidores y los empresarios se recupere. Sin embargo, dicho crecimiento esperado de 3,2% real para este año aún dista de nuestro potencial, hoy en torno al 3,8%, lo que refleja no solo retos de gran calado para nuestro aparato productivo sino enormes desafíos si queremos recuperar los otrora crecimientos potenciales en torno al 4,5%-5,0%.
Es hoy un imperativo que el Gobierno, a lo largo del año, lidere el trámite de aquellas reformas cruciales que contribuyan a dar una solución de carácter estructural a los problemas que van en detrimento de la competitividad y productividad del sector privado. Esperamos que el ejecutivo, de la mano del Congreso y la sociedad civil, continúe liderando los debates en torno a la sostenibilidad fiscal, pues de esta depende la estabilidad macroeconómica en el mediano plazo.