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Álvaro Gómez denunciaba que en Colombia existía un régimen amorfo de complicidades, de clientelismo, dinero y corrupción. Un régimen que garantizaba protección a los suyos, repartiendo a siniestra el presupuesto del Gobierno. Es lo que algunos llaman “capitalismo clientelista” (crony capitalism) e implica que los negocios crecen, surgen nuevas empresas y se consolidan otras, no como resultado de emprendimientos riesgosos que logran mover miles de millones, tipo Amazon o Netflix, sino como resultado de un fuerte vínculo con la clase política. Como se dice coloquialmente “van a la fija”. Obras, rentas, administración de aportes, entre tantas otras cosas, se orientan para que los amigos del régimen acrecienten su fortuna.
Esto conduce a que incluso empresas que ya no deberían existir, pues sus productos ya no tienen demanda o la oferta es tan amplia que los precios en el libre mercado no garantizan su operación, busquen un salvavidas del régimen para mantenerse. Dinosaurios que ya no tienen oxígeno, buscan desesperadamente que le estado les abra el tanque y así poder vivir algunos años más, cuando lo natural sería su extinción. De allí que muchos hagamos uso del término “empresaurio”, para referirnos a quien ya no quiere competir con otros, pues sabe que su posición se verá amenazada, y entonces busca la protección del régimen, vía regulaciones, prohibiciones, inspecciones y todo lo que pueda hacer para acabar con la competencia.
Logran consolidar estrategias de “relaciones públicas”, que les permiten tener información de primera mano y así reaccionar ante cualquier amenaza, promoviendo medidas que sostengan su posición dominante. También, han logrado consolidar avanzados mecanismos para poder resultar siempre ganadores de procesos de contratación pública, que incluye una red oscura de financiación de campañas políticas por debajo de la mesa, a cambio de ejecutar las grandes obras o administrar los recursos del gobierno cuando se pueda. No hay mejor retorno a la inversión que financiar a un político que sabe cómo “gestionar” recursos y conoce el marco legal, para “blindar” a sus amigos.
Medidas que se ofrecen como políticas pensadas para garantizar el bienestar de todos, no hacen otra cosa que mantener el flujo de recursos al régimen y sus secuaces ¿Han tratado de lograr un registro Invima? Los grandes no tienen problema, pero cualquiera que amenace su posición será reducido a nada de resolución en resolución, solo por poner un ejemplo y sin ánimo de señalar a ninguna persona. Lo que está mal es el sistema, no el accionar, muchas veces decente y bien intencionado, de los individuos.
El emprendedor, la soñadora, el arriesgado que cree en la libertad económica y quiere ofrecer un nuevo producto, se lanza a un pozo de tiburones en Colombia si pretende competir con los “establecidos” (incumbents). Son verdaderos héroes que resisten lo que pueden y muchas veces terminan buscando oportunidades en otro país, que les ofrezca garantías para competir en igualdad de condiciones. Son, esos sí, verdaderos empresarios.