MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
A lo largo de 2018, se ha venido escalando la guerra comercial entre Asia y Occidente, tras las impertinentes y sorprendentes medidas adoptadas por la Administración Trump. En un acto unilateral, los Estados Unidos adoptó sobre-aranceles, hasta de 25%, a las importaciones de aluminio y acero provenientes de China, con el supuesto objetivo de dar impulso a los productores de estos bienes en su país.
Con ello, Trump no solo desconoce los principios básicos operativos del World Trade Organization (al cual pertenecen tanto Estados Unidos como China), sino que inició una serie de retaliaciones comerciales muy graves para la dinámica de crecimiento global. Recordemos que estas tensiones comerciales generadas por Estados Unidos se habían iniciado con el llamado a renegociar el Nafta con Canadá y México. Además, Estados Unidos había tomado la errada decisión de retirarse del Acuerdo Transpacífico (TPP), un acuerdo que apuntaba a una integración comercial cercana a 40% de la economía mundial. Ahora China se muestra como el gran ganador con la retirada de Estados Unidos, aspirando a ocupar el espacio dejado por este último.
Trump ha caído en cuenta de su error y habla de querer regresar al TPP, haciendo gala de su torpe estilo de primero “twittear” y después evaluar el daño hecho. Es innegable el espacio comercial que ese accionar de Trump le está abriendo a China no solo en Asia, sino también en Latinoamérica. En efecto, mientras Estados Unidos desprecia a Latinoamérica (países de M...), China nos elogia como “una extensión natural” de su país.
Esta visión comercial de China, además, se manifiesta creando negocios e inversiones: i) ha pasado a financiar proyectos de inversión en Ecuador, Colombia y Argentina; ii) fortalece su relación comercial con Perú y Chile (con quienes tiene vigentes TLCs; iii) busca lazos más fuertes con México y Brasil a través de crear TLCs; y iv) fondea el elevado gasto fiscal de Venezuela a cambio de petróleo.
En particular, cabe destacar la dinámica de la relación comercial de China con los países de la Alianza del Pacífico (AP), cuyo valor se ha más que triplicado durante la última década, alcanzando actualmente los US$140.000 millones. El problema es que la AP arrojará ahora abultados déficits comerciales con China, reflejando la creciente dependencia de la región de las manufacturas de China.
Tal vez la relación comercial más frágil es la de Colombia frente a China, pues no solo carecemos de un TLC, sino que solo somos capaces de exportar petróleo-carbón a China. Sabiendo nuestras debilidades estructurales, Colombia se mantiene al margen de las negociaciones para acceder al TPP. Esta actitud se deriva de la pobre logística de transporte de Colombia de cara al Pacífico (ver Comentario Económico del Día 11 de noviembre de 2015). Cambiar esta situación tomará años y deberá enfocarse en: i) desarrollar infraestructura de transporte intermodal, la cual no supera 5% en Colombia; ii) cambiar la orientación exportadora del país hacia la agro-industria; iii) reducir los sobrecostos laborales y energéticos para las empresas; y iv) simplificar los trámites administrativos.
Es claro que Colombia podría beneficiarse de pertenecer a la AP a través de las acumulaciones de origen con países pertenecientes a la AP. Sin embargo, esto requiere primero generar encadenamientos productivos al interior de dicho bloque (ver Comentario Económico del Día 3 de diciembre de 2015). Todo lo anterior explica por qué las exportaciones colombianas hacia China tan solo bordean los US$1.700 millones (acumulado doce meses a febrero de 2018), ver gráfico adjunto. Allí el petróleo participa con 75% del valor exportado y el conjunto commodities representan 94% de las ventas. ¿Cuál diversificación exportadora?
En síntesis, el espacio dejado por Estados Unidos en el plano internacional ha revitalizado los intereses de China por lograr posicionarse en Latinoamérica. Ello no solo ha ocurrido a nivel comercial en Perú y Chile, sino también ampliando su influencia a nivel geopolítico en Ecuador y Venezuela. Colombia se ha mantenido al margen, pero no por decisión propia, sino por la carencia de una infraestructura logística capaz de soportar una actividad comercial tan intensa como la que se podría lograr con China. Es urgente generar nueva oferta exportadora diferente a la de commodities, pues la de commodities todavía explica el grueso de nuestras exportaciones a Estados Unidos (71%) y también a China (95%).