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Analistas 24/10/2017

Brasil y Colombia (2015-2018)

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

Difícil encontrar dos economías emergentes con tal cúmulo de contradicciones entre sus débiles fundamentales macroeconómicos, de una parte, y las “apuestas tempranas” que han venido haciendo los inversionistas extranjeros, inflando artificialmente sus portafolios durante 2016-2017, de otra parte.

Empecemos nuestro análisis por el lado de las instituciones. La corrupción ha estado a la orden del día en Brasil, tanto en los estamentos públicos como en los privados, con especial énfasis en las áreas de infraestructura (relacionadas con los desmanes de Petrobras y de Odebrecht). Esto no solo llevó a la caída del gobierno de Dilma, sino que tiene en casa por cárcel a Lula (su antecesor). Peor aún, su actual mandatario Temer ha sido nuevamente acusado por el fiscal saliente, pero se especula que este utilizará sus mayorías en el Congreso para lograr terminar su período en 2018.

A nivel institucional en Colombia, se tiene una grave crisis focalizada en el Congreso y en la cúpula de la Rama Judicial, amangualados todos en encubrimientos de extorsiones y sobornos. A pesar de que se repite el falso estribillo de “Colombia país de instituciones”, todos los partidos políticos están en crisis, pues tanto los de izquierda (a nivel territorial) como los de centro-derecha (a nivel nacional) han estado dedicados al saqueo y la malversación de los dineros públicos. Se estima que 115 parlamentarios (25% del total) enfrentan investigaciones por corrupción, mientras que en Brasil es casi 40%.

A nivel económico, las contradicciones son protuberantes entre esas apuestas tempranas de los especuladores internacionales y las realidades productivas de cada país. Por ejemplo, el crecimiento potencial de Brasil se ha estancado en 2% anual y, aún en 2017, estaría por debajo de dicha cifra (ver cuadro adjunto). En el caso de Colombia, ese crecimiento potencial se ha calculado en 3% anual y también se tiene que su promedio del período 2016-2019 estará por debajo de esa cifra.

Tal vez el único elemento positivo que ha sentido Brasil es el alivio en el frente inflacionario, donde por primera vez en décadas se llegaría a cifras de 3% en 2017 y, gracias a ello, su tasa repo se podría reducir hacia 7% al finalizar este año. En cambio, Colombia experimentó una “sorpresa inflacionaria” durante 2015-2017, desbordando su rango meta de 2%-4% anual y solo en 2018 estaría convergiendo nuevamente hacia un punto medio de 3%.

En el frente cambiario se tiene que la devaluación acumulada real/dólar se ha reducido de 64% nominal que se observaba en los inicios de 2016 a tan solo un 30% actualmente. Esto como resultado del influjo de capitales destinados a comprar activos brasileños baratos, tanto en renta fija como variable.

En el caso peso/dólar de Colombia, dicha devaluación se ha corregido también de forma importante bajando de 57% a 46% acumulado 2014-2017, donde el grueso de las inversiones de portafolio de corto plazo se han ido a engrosar las tenencias de TES, llegando ahora a representar US$23.000 millones (representando 26% del total de TES emitidos).

Brasil sin grado de inversión y Colombia con dos escalones por encima de él, se han estado beneficiando de la abundante liquidez internacional que el Fed y el BCE han extendido por mucho tiempo más del imaginado. Pero si resultara cierto que, para finales de 2017 y a lo largo de 2018, se drenara dicha liquidez global, entonces es probable que tanto Brasil como Colombia enfrenten un panorama macro-financiero mucho menos complaciente del que han venido disfrutando durante 2015-2017.

Claramente, Colombia enfrenta muchos más riesgos de deterioro que Brasil, pues una rebaja de calificación (probablemente en el segundo semestre de 2018, si el Gobierno que entra no actúa rápidamente en el frente fiscal) implicaría una desbandada importante de esas apuestas en la renta fija-TES y, en menor medida, en la renta variable-Colcap. De allí la importancia que el nuevo gobernante de Colombia aproveche el primer semestre de 2018 para estructurar un plan coherente para preservar el grado de inversión.

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