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Analistas 21/10/2024

Colonialismo, instituciones y desarrollo

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

El premio Nobel de Economía 2024 fue otorgado a Acemoglu, Johnson y Robinson (AJR), vinculados a MIT y UChicago. Ha sido un premio a la historia económica descifrando factores de éxito, con énfasis en la construcción de “buenas instituciones”. Sin embargo, se ha generado polémica sobre si este era el momento adecuado para habérselo otorgado a ellos, dada su relativa juventud (menores de 65 años), mientras otros buenos candidatos están +75 años (sabiéndose que solo se otorga en vida).

Pero un segundo factor más relevante ha sido la polémica sobre cuál es el contenido allí premiado. Noah Smith (Noahpinion, 2024 oct. 15th) considera que dicho premio ha sido a la relevancia de las preguntas que ellos se han venido haciendo, pues concluye que las respuestas empíricas no han sido convincentes. Ellas han estado sujetas a diversas interpretaciones y, sobre todo, muy sensibles (poco “robustas” en sentido econométrico) a las variables proxys utilizadas, tras un gran esfuerzo de “arqueología” de datos de +300 años atrás.

Además, dicha robustez se complica cuando se está hablando de análisis simultáneos entre diversos países-regiones y a través del tiempo (denominado análisis de “cortes transversales”). Así, cuando se excluyen ciertos países-regiones (digamos por problemas de calidad de los datos) desaparecen las hipótesis de “reversibilidad de ganancias en el desarrollo”.

Y la otra crítica profunda que han hecho quienes analizan la evidencia empírica es que discernir el efecto de las variables independientes (población, mortalidad, capital humano) sobre la dependiente (“las instituciones”) es una tarea casi imposible o cuyos impactos pasan a ser poco significativos en su monto.

En general, las hipótesis de AJR tienen sentido histórico y resultan atractivas a la mayoría de los analistas, pero lo que se cuestiona es su solidez empírica y, de paso, el progreso que venía haciendo dicho Comité-Nobel al irse alejando de “premios a la filosofía-histórica y a las buenas intenciones”, en vez de continuar focalizados en los aportes de “la ciencia positiva” (a la Karl Popper), no a lo “normativo” que encierra tantas pugnas ideológicas.

Por eso concluye Smith (antes citado): 1) se equivocó dicho Comité en 2024 al reversar esa tendencia más sólida, pues desde el otorgamiento del premio Nobel a los historiadores Fogel y North (en 1993) se venía avanzado en las comprobaciones empíricas, no satisfechas en esta ocasión por AJR; y 2) se ha dado paso más a la satisfacción de “influencers-academicos” que popularizan ideas, pero sin el rigor requerido.

Esto último ocurre probablemente porque no es posible recuperar los datos históricos para ello o porque la problemática es tan compleja que requiere un trabajo multidisciplinario y con respuestas cambiantes en el tiempo, como bien lo ha postulado O. Galor (2021 ‘The Journey of Humanity’). Sin embargo, este gran esfuerzo fallido de AJR no necesariamente implica que se trata de economistas calidad B+ (como lo ha sugerido, en un golpe bajo, McCloskey recientemente), pues aportan mucho al hacernos pensar en los serios inconvenientes para lograr construir sólidas instituciones.

Y, de hecho, estos autores son conscientes de ello en su magna-obra (2021 ‘El Estrecho Corredor’) al ilustrar con lujo de detalles cómo la provisión de códigos-napoleónicos y diseminación de buena educación pública resultaron insuficientes para sembrar con arraigo buenas instituciones que permitieran dar el gran salto al desarrollo sostenible. Han sido emblemáticos los casos de Costa de Marfil o Senegal en África, como colonias francesas de avanzada, pero que nunca lograron consolidar sus instituciones (… o la paradoja de Haití, primer país libertario y que superó la esclavitud en América, para nunca lograr un desarrollo satisfactorio y, de hecho, hoy en un caos parecido al de Somalia).

Y si se trata de premiar preguntas relevantes, cabe entonces cuestionarse: ¿Por qué no haber dado dicho Premio Nobel (con el mismo racero) a, por ejemplo, André Gunter Frank (1929-2005)? Sociólogo y PhD en economía de la U. Chicago, André postuló ideas que van en la misma dirección de AJR: “el centro” (geográfico y político) de los países desarrollados logra mantener en el atraso a la “periferia” (el sur y débil mundo del subdesarrollo) y esta carece de la suficiente independencia para sembrar las instituciones que le permitirían superar el yugo del “imperialismo” (el mundo globalizado que determina los mercados desde el siglo XVIII, aunque André decía que desde mucho antes, desde el colonialismo).

Y concluía André que el problema era que la “Lumpen-Burguesía” generaba el “Lumpen-Subdesarrollo” (1971) y que a las clases dirigentes no les interesaba que se alterara “el establecimiento”. Por eso “las elites” mantenían en la opresión y la ignorancia a los habitantes de la periferia, en sistema “extractivos” (exportando simples commodities). A esto agregaron Prebish, Pinto y Dos Santos que todo ello se perpetuaba por “términos de intercambio” desventajosos para la periferia.

Más o menos los mismos mensajes que hoy da Robinson sobre lo que supuestamente ocurre en Colombia y cómo Petro, con buenas intenciones, ha intentado superar todo esto. ¿Frank será que te darán dicho premio Nobel a ti también (así sea póstumo), al fin de cuentas eras el asesor de Allende en Chile cuando intentabas imponer tus buenas intenciones?

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