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A medida que avanzan las negociaciones de paz en La Habana, se ha hecho más atractivo e imperioso tratar de conceptualizar y cuantificar (de forma seria) la posible magnitud de los llamados “dividendos de paz”. Mientras algunos estudios universitarios (poco serios) exageraban la nota al cuantificar dichos beneficios en una “aceleración sostenida” del crecimiento hasta en 4% por año (pasando del histórico 4,5% anual hacia un 8,5%), el DNP divulgó (en diciembre del 2015) un estudio más serio donde se concluía que dicha “aceleración” probablemente estaría en el rango de 1% a 2% por año. Es decir, si actualmente dicho potencial de crecimiento del PIB-real bordea un 4% por año, entonces dichos “dividendos de paz” se reflejarían en una aceleración hacia crecimientos entre 5% o de 6% anual, a la vuelta de un quinquenio.
La metodología utilizada por el DNP es novedosa y cuidadosa y, en general, Anif comparte las inferencias allí realizadas sobre la alta probabilidad de que la paz-negociada produzca una aceleración del crecimiento de esa magnitud, extrapolando lo ocurrido en 18 países (en condiciones similares a las de Colombia) de una muestra de 117 países que lograron acabar conflictos armados por diferentes vías.
Sin embargo, dada la complejidad del asunto y los co-movimientos de muchas variables intertemporalmente (inversión-consumo-exportaciones), es claro que esas cifras tan solo constituyen una “aproximación razonable” y ellas no deben interpretarse como “el resultado fáctico-directo” de que el proceso de paz nos habrá de conducir en esa dirección inexorablemente. ¿Remember los supuestos efectos de aceleración de los TLCs (por sí solos) sobre el crecimiento?
Probablemente, en ese tipo de hipotéticos resultados favorables sobre la economía se estarían mezclando todas las buenas noticias que habrían de traernos la concreción de los proyectos de infraestructura vial (4G), las mejoras en calidad educativa (todavía en un nivel bastante precario) y la reducción del llamado “Costo Colombia” en materia laboral, energética y de transporte. Aislar, entonces, el efecto del desescalamiento-militar y del narcotráfico, o su eventual abolición, es una tarea en extremo compleja que no ha abordado el DNP (ni ningún otro estudio que Anif conozca).
Pero, ¿Acaso quien dudaría en impulsar y concretar las tareas de paz por el simple hecho de que se diga que probablemente dicho “dividendo de paz” no es de aceleración del crecimiento hacia 6% anual, sino hacia 5% anual (medido por décadas)? Recordemos que, aún si la aceleración fuera de solo 1% por año, ello implicaría que el PIB percápita de Colombia pasaría a duplicarse cada 24 años, en vez de los 40 años que nos ha tocado “sufrir” a las “generaciones del conflicto” del periodo 1960-2000.
Una alternativa metodológica al estudio comparado internacional adoptado por el DNP (probablemente con mayor asidero empírico a las particularidades de nuestro conflicto) consiste en evaluar cómo se frenó el crecimiento potencial de nuestra economía durante 1960-2010 por cuenta del conflicto. Algunos estudios han concluido que el conflicto le ha restado a dicho potencial entre 1% y 2% anual de crecimiento, que es la misma conclusión obtenida por el DNP en su comparación internacional.
Ergo, sin conflicto, Colombia debería acelerarse en esas magnitudes... todo lo demás constante; pero el problema es que requerimos avanzar al menos al ritmo internacional de Asia y América Latina en infraestructura y educación, para evitar perder posición relativa internacional. Al levantar ese supuesto de ceteris-paribus se estarían mezclando efectos diferentes a los del “dividendo de paz” que se dice estar cuantificando. Luce, por ejemplo, algo exagerado que el estudio del DNP concluya que entonces el PIB percápita de Colombia se duplicaría de su actual valor de US$6.200/habitante a los US$12.000/habitante en el curso de una década.