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El debate socio-económico sobre desarrollo de la humanidad ha venido experimentando una saludable profundización sobre sus múltiples determinantes. Y, en mi opinión, al interior de ese debate ha ido ganando posicionamiento la visión inter-disciplinaria con enriquecimiento a través del dialogo entre economistas, antropólogos, biólogos, sociólogos, psicólogos de masas y ciencio-politólogos. Me llevo la positiva sensación de que “la narrativa general” ahora favorece las complejidades de “dobles causalidades”, por ejemplo, entre crecimiento y densidad poblacional, entre geografía e instituciones, entre colonización y “tendencias culturales”, al decir de Oded Galor (2021 “The Journey of Humanity).
Este no es un debate nuevo, pues se remonta al sostenido entre Cristianismo (oscurantista de Constantino) y Judaísmo (alfabetizador); o efectos de universalización educativa de Gran Bretaña y Francia en siglos XVII-XVIII. Karl Marx (1880) postulaba la dominación de la estructura productiva sobre instituciones; mientras que Max Weber (1902) invertía la causalidad argumentando que fueron ideas protestantes las que promovieron el capitalismo del rédito, el ahorro y donaciones masivas que sembrarían el “capital social” (Putnam, 1960).
Luego desde siglos atrás se entreveran factores culturales con la calidad de instituciones “inclusivas” (norte de Italia empresarial) Vs. “excluyentes” (sur de Italia atada al núcleo familiar retardatario, generando desconfianza de terceros, de donde surgirían asociaciones mafiosas tipo “cosa nostra”).
Uno de los argumentos más fuertes sobre sostenibilidad poblacional se relaciona con la geografía, el clima y los gérmenes que en Euro-Asia favorecieron el pastoreo y la ganadería, mucho antes que en África. Los devastadores efectos del mosquito tse-tsé sobre humanos y ganado hicieron que en África se vieran minados los esfuerzos de mejoras en cultivos, mientras en Euro-Asia no existió tal problema y el manejo centralizado de aguas, por ejemplo en China, facilitó desarrollos tempranos de cultivos y expansión poblacional.
Otro interesante argumento de incidencia “geográfica en la sombra” tuvo que ver con el efecto de oleadas de peste en Europa que al devastar poblaciones, durante siglos X al XV, redujeron drásticamente las densidades poblacionales. Curiosamente, esta situación resultó favorable a innovaciones productivas que en grandes asentamientos (como China o India) eran imposibles de adoptar (J. Diamond, 1997 “Guns, Germs, and Steel”).
Así que cuando Acemoglu y Robinson (2013 “Why Nations Fail”) argumentan la dominancia de instituciones sobre factores geográficos, culturales o religiosos terminan presos de la errada idea de preponderancia de un único factor y a la Weber olvidan los imbricados efectos de “doble causalidad” (arriba explicados).
En cambio, estos mismo autores parecen implícitamente estarse auto-corrigiendo (cinco años más tarde) al explicar con lujo de detalles históricos cómo esos factores ideológicos y políticos se mueven de manera muy dinámica al calor de los progresos económicos que reclaman más libertades y organizaciones sociales. Si estos reclamos logran acomodarse dentro de arreglos institucionales y culturales vigentes, se evitan las revoluciones sociales (Acemoglu y Robinson, 2019 “The Narrow Corridor”).
La pregunta de fondo que están tratando de responder, bajo esta nueva visión más holística de Acemoglu y Robinson, es: ¿Cómo es que se construyen esas instituciones inclusivas que están claramente asociadas a mayores libertades y, por lo tanto, se acompañan de mayores innovaciones productivas?
Esta fue precisamente la pregunta que tuve oportunidad de plantearle personalmente a Acemoglu al terminar de leer su primera obra en 2013 y su respuesta en ese momento fue que estaban tratando de responderla, con lo que sería su libro del 2019 (arriba referenciado). Pero como decía, considero que lo allí ilustrado precisamente demuestra que “las instituciones no dominan” a los otros factores, sino que son el resultado de múltiples factores de desarrollo: geografía, gérmenes, poblaciones, culturales, religiones y arreglos institucionales alrededor de todo ello. Y de allí la imposibilidad de tener una fórmula expedita para construir instituciones inclusivas.
Más aún, Galor (arriba citado) postula que las culturas dejan trazas de muy largo plazo que hacen difícil alterar instituciones en el corto y mediano plazo y explican prevalencia en diferenciales del Gini. Esta es una mala noticia para aquellos países y regiones que se han fraguado bajo instituciones extractivas, pues su transito hacia las instituciones inclusivas tomará tiempo en lograrse.
Más aún, esa lenta construcción institucional tiene alta probabilidad de descarrilarse por cuenta del “estrecho corredor” a través del cual deben acomodarse las nuevas demandas por libertad y progreso. Esa alta probabilidad de descarrilamiento institucional es la que venimos experimentando globalmente durante 2015-2022, particularmente bajo “democracias representativas” cuyos líderes se han volcado hacia esquemas populistas tipo Trump, Berlusconi, Bolsonaro, Amlo o Petro. Dicho de otra manera, “las instituciones tienden a prevalecer” (Galor p.160) para bien de unos y desgracia de aquellos que intentamos cambiarlas hacia aquellas más inclusivas.