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El país viene debatiendo los inconvenientes de una reforma que insiste en encarecer la mano de obra formal en cerca de 20%. Esto ocurriría, principalmente, a través de acortar el horario laboral de carácter nocturno y de elevar los costos dominicales y festivos, además de limitar el uso de los contratos a término fijo.
Cabe recordar que se tenían algunos avances en formalidad laboral resultantes de la Ley 1606 del 2012, la cual había logrado reducir las cargas no-salariales de 63% a 52% de la nómina. Se venía observando que, como resultado de dicha Ley, los cotizantes a seguridad social (de al menos cada seis meses) se habían incrementado de 45% hacia 50% de la PEA.
No obstante, los cotizantes de 12-meses (con lealdad 100% al sistema PILA) bordeaban tan solo 25% de la PEA. Si definimos “formalidad laboral” según lealdad con el PILA, en Colombia la informalidad laboral está actualmente entre 50% y 75% de la PEA. Este debilitamiento institucional que traería dicha reforma laboral ahora viene a combinarse con tendencia alcista en la tasa promedio de desempleo. Durante 2002-2010, el país había logrado reducir el desempleo de 15% hacia 12%, gracias a superar el difícil periodo de “Estado semi-fallido”. En el periodo 2011-2015, esa tendencia descendente del desempleo continuo hacia 9%. Pero con el fin del super-cíclo de commodities, esas ganancias se reversaron y el desempleo volvió a elevarse hacia un promedio del 10.5% en 2019. Y, nuevamente en 2024, estamos proyectando un desempleo de este orden, tras el breve alivio de 10% observado en 2023. Así, el periodo 2025-2026, de cierre del gobierno petrista, estará marcado por alzas en la dupla de informalidad y desempleo-abierto.
Como es sabido, el encarecimiento laboral de la contratación formal acarrea incrementos en la informalidad laboral y debilitamiento fiscal en la seguridad social en salud y pensiones. Esto ocurre especialmente cuando el Estado desborda la Salario Mínimo Legal (SML) respecto de la productividad, ya que este afecta a 60% del mercado laboral formal de Colombia.
En países desarrollados donde la incidencia del SML es tan baja como un 10%, el daño Estatal a través de exagerados reajustes en el SML es mucho menor (S. Link, 2024 “The Price…” JPEconomics, nov.). Pero aun en Europa se tiene un acalorado debate laboral a través del cual se ha establecido que si la relación SML / SMedio supera 60% se entra en la zona de “sacrificio en generación de empleo”. Ahlfeldt et al. (2022, “Optimal Minimum Wages”, CEPR) concluían mediante modelos de equilibrio general que si la relación SML / SMedio tiende a superar 50% se empiezan a obstruir los canales de optimización del empleo frente a los canales de maximización de bienestar de los trabajadores. En aquellos países que, como Alemania, manejan SMLs tanto a nivel nacional como regional se discuten estrategias de acercamiento de los dos objetivos.
Pero en Colombia hemos venido superando esa franja del 60% en las tres últimas décadas y tenemos dos periodos de agravamiento: elevándose del 70% hacia el 90% en 2001-2007 y nuevamente en este periodo 2021-2024 (ver gráfico adjunto). Esto significa que solo durante los años 1995-1998 Colombia parecía estar en los umbrales en los cuales dicha relación no afectaba tan negativamente la generación de empleo formal. En efecto, esa relación estaba cerca del 60%, donde teóricamente los objetivos de beneficios laborales Vs. Empleo no chocan. Sin embargo, es claro que en las dos últimas décadas estos objetivos han estado en constante choque.
Explicábamos, a raíz del reporte de la Misión de Empleo-II (2022), que la promoción de empleo apoyada en impuestos de destinación-específica termina generando efectos cruzados indeseable. En efecto, la historia de Colombia indica que el país optó por erradas cargas contributivas atadas a la nómina salarial (hasta de 63%), ensanchando recursos parafiscales, pero causando informalidad y postración en productividad laboral, todavía a niveles del 25% de la equivalente en los Estados Unidos.
Así, en vez de promover empleo formal, los excesivos costos explican desempleo estructural de dos dígitos y “economía del rebusque” de bajísima productividad que representa un 50% del mercado laboral (medido por aquellos que no aportan al PILA) y hasta del 75% (medido por aquellos que no aportan los 12 meses al PILA).
La Ocde señalaba recientemente que la relación SML / SMedio en Colombia era de las más elevadas y registraba cifra cercana al 90%, pero nuestra cifras indican un valor mas cercano al 80%. Aquí valdría la pena que los estudiosos de los temas laborales revisaran los cálculos del SMedio, donde se tienen fuentes con información disímiles: i) las cifras Dane, vía cuentas-nacionales, deben permitir calcular la remuneración al trabajo y de allí inferir el SMedio (supuestamente incluyendo la del trabajo informal); ii) las encuestas de hogares tienen el problema estructural de no estar afianzadas en pagos, sino en reportes voluntarios y contienen serios sub-reportes en la franja alta de remuneraciones; y iii) las cifras del PILA, que corresponden a pagos a la seguridad social, también presentan problemas sub-reportes de los independientes, porción laboral que se ha venido incrementando (ver gráfico adjunto).