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A finales de 2015, se llevó a cabo la vigésimo primera Conferencia de la Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP21) en París, la cual reunió a 195 países en torno al compromiso de limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. Cabe recordar que uno de sus grandes logros fue la unanimidad en el compromiso de reducir el calentamiento global en al menos 0,5° centígrados adicionales, respecto de los 2° centígrados que se pronostica se estará calentando el planeta en el curso de este siglo.
No obstante, el presidente Trump retiró a Estados Unidos de dicho acuerdo en 2017, alegando falta de compromiso con el control de las emisiones de gases de efecto invernadero por parte de países como China e India (ver Comentario Económico del Día 5 de julio de 2017). En efecto, estos dos países se han consolidado como dos de los mayores emisores de CO2 y los mayores consumidores de carbón en el mundo (participando del 60% del consumo total). En este contexto, el mundo entero ve hoy con preocupación lo difícil que será alcanzar las metas trazadas en materia medioambiental.
Si bien China ha mostrado crecimientos sostenidos en su demanda de carbón a lo largo de este siglo, el caso de India es aún más preocupante a nivel medioambiental. Por ejemplo, durante 2017, India incrementó su consumo de carbón en 27 millones de toneladas (+4,8% anual), empujado por una mayor demanda de energía eléctrica. Más aún, cerca de 70% de la matriz energética de India se concentra en la generación termoeléctrica a base de carbón.
Esto quiere decir que detrás de los crecimientos del PIB-real de India, a tasas cercanas a 7% promedio anual durante el último quinquenio, se esconde una gran catástrofe ambiental. Esto a pesar de que India ha tratado de mejorar su manejo-disposición del carbón y se ha movido marginalmente hacia fuentes alternativas de energía bajo iniciativa privada (ver Financial Times: “India’s renewable rush puts coal on the back burner”, 1o de enero de 2019”). Aun así, el balance ambiental es desastroso ya que: i) 70% de las fuentes hídricas en el país están contaminadas y por lo menos 200.000 fallecimientos por año están asociados a ello; y ii) se estima que la expectativa de vida se ha reducido en diez años por la contaminación ambiental (particularmente en las grandes ciudades), ver The Economist, “Even by the standards of poor countries, India is alarmingly filthy”, 6 de diciembre de 2018.
La Agencia Internacional de Energía ha venido proyectando que la demanda energética en India se triplicará durante 2018-2030. En parte, ello se explica por su poca disponibilidad, pues el consumo privado es tan solo 38% del promedio mundial y la cobertura tan solo es de 85% de la población.
Luce entonces complicado que India logre migrar hacia fuentes alternativas de energía en un futuro cercano. Esto debido a que: i) el Estado tiene alta participación en empresas de explotación del carbón; ii) esas empresas tienen alto endeudamiento bancario local, luego una contracción del sector carbonífero conllevaría riesgo sistémico; y iii) el alto riesgo que encierra entrar a depender de fuentes de energía renovables (ver The Economist, “The black hole of coal”, 2 de agosto de 2018). Se ha estimado que unas 10-15 millones de personas en India están directamente vinculadas al sector carbón, luego todo el mundo le da preminencia al negocio de corto plazo más que a preocupaciones de tipo ambiental.
¿Qué implicaciones tiene esta situación de desbalance entre lo económico y lo ambiental para el mercado de carbón de Colombia? La primera paradoja es que si bien Colombia tiene una matriz de fuentes energéticas bastante limpia gracias a la generación hidroeléctrica (65% del total), se tiene una alta dependencia comercial en exportaciones de carbón (ver Comentario Económico del Día 24 de enero de 2019). Nótese que Colombia es el cuarto jugador más importante en exportaciones de carbón a nivel global (con cerca de 90 millones de toneladas/año). Luego, a pesar de nuestras supuestas preocupaciones ambientales, en la práctica sabemos el gran daño que hace su consumo en los países que nos lo compran.
El problema a futuro es que se sabe bien que el efecto invernadero es global. Por ejemplo, Europa ha señalado que se apegará al tratado COP21 y reducirá sus compras-consumo de carbón, lo cual pronto estará afectando nuestras exportaciones a ese, nuestro principal mercado. Pero, entre tanto, los exportadores buscarán compensarlo con mayores ventas a China e India, aunque probablemente con una tendencia descendente en el precio global respecto de los buenos precios recientes (ver gráfico adjunto).