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En 2015, Bill Gates advirtió en un TED-Talk sobre los riesgos de una inminente pandemia mundial, aplicando sus aprendizajes sobre temas de salud en varias ONGs que ha venido liderando a nivel global, especialmente en África. Y, para 2017, Gates se había atrevido a pronosticar que esa pandemia ocurriría durante la próxima década y podría llegar a matar a 10 millones de personas (ver B. Gates, 2021 “How to avoid…”).
Claramente el mundo no estaba escuchando a los científicos. Y, cuando la pandemia-covid finalmente estalló a finales de 2019, los fundamentalistas anti-ciencia, como Trump y el grueso del partido Republicano, decidieron actuar en sentido opuesto al requerido: cerraron la dirección de prevención-pandémica de los Estados Unidos, entablaron una guerra verbal contra la Organización Mundial de Salud y recortaron el presupuesto dedicado a los temas de salud pública y ambiental.
Trataron esos fundamentalistas anti-ciencia de convencer al mundo de que el virus había sido “sembrado” por China para atacar a los Estados Unidos. Sin embargo, de manera bastante contradictoria, Trump concluyó que los efectos de esa pandemia “desaparecerían solos”. Esto, a pesar de que su equipo técnico, liderado por el ahora famoso Dr. Faucci, lo había convencido de que los daños durarían varios años y que, en ausencia de las vacunas, lo mejor era practicar el distanciamiento social e imponer el uso obligatorio de la mascarilla protectiva individual.
Pero pudo más el ánimo reeleccionista de Trump que las instituciones y, durante 2020, los Estados Unidos experimentó una gran escalada de contagios y de muertes, llevándolo a tener uno de los peores registros en muertes covid a nivel global. La tasa de fallecimientos covid de 1.800 por cada millón de habitantes en Estados Unidos, similar a Gran Bretaña, tan solo es superada por los horrendos casos de Perú (6.000) y Brasil (2.200), caracterizados por malos manejos institucionales. El registro de fallecimientos de Colombia (2.000) también está en la cota alta (ver gráfico adjunto).
Salvo por esos casos extremos, parece existir una convergencia global, donde el promedio de mortalidad covid finalmente se acercará a los 2.000, si es que las campañas de vacunación continúan acelerándose para contener las actuales “terceras olas”. En el caso de Colombia, esa campaña arrancó lenta y se requieren grandes esfuerzos para cumplir la meta de 50% de cobertura (a doble dosis) para septiembre de este 2021.
Zakaria (2020, “Ten Lessons…”) ha sido otro gran visionario advirtiendo que la lucha contra las pandemias representa “la gran amenaza” desatendida a nivel global. Como resultado de la tensión política en Medio Oriente y las amenazas de guerra nuclear, se ha creído que las respuestas invasivas sobre Afganistán o Irán debían tener la prioridad presupuestal del Pentágono, olvidando esta otra amenaza del cambio climático y su relación con las pandemias.
Durante la última década ha ido quedando claro que la diseminación viral ha estado asociada al cercamiento humano de la vida silvestre debido al acelerado proceso de urbanización, especialmente en Asia. El otro gran elemento contaminante ha sido la expansión del consumo de carnes-rojas. Este conlleva el doble efecto negativo de devastar vegetación y con el objetivo de sustituir esos terrenos con uso de ganadería intensiva que emite grandes cantidades de metano, mucho más dañino que el propio CO2.
Sorprende saber, por ejemplo, que el metano contamina un 28% más que el CO2 y que la relación de energía input/output es seis veces en el caso del ganado vacuno, mientras que para las carnes de aves es “solo” de dos veces. Dicho de otra manera, los gases contaminantes asociados a la ganadería intensiva son mucho más graves que los tradicionales asociados con la combustión de gasolina (por cierto, uno de los elementos más eficientes en combustión/energía).
Según lo documentado por Gates y también por Zakaria, dicha urbanización genera un doble problema de fabricación de acero y concreto que implica gran calentamiento global. Esa fabricación es responsable por cerca de 31% del calentamiento, superando el 16% asociado con los sistemas de transporte basados en combustibles fósiles. Aterra saber que en China se ha construido en acero-cemento, en las dos décadas del siglo XXI, el equivalente a todo lo construido en el siglo XX en los Estados Unidos. Mas aun, esta urbanización traerá aparejada una gran demanda por energía, la cual es el segundo elemento más contaminante global (27% del total), después de la construcción.
Todo lo anterior ha llevado a Gates a proponer un comprensivo programa anticalentamiento global con metas específicas-sectoriales para 2030 y 2050, de tal manera que la emisión neta de equivalentes a CO2/Metano se torne al menos neutra para entonces. Gates es claro en señalar que esa tarea será bastante difícil de alcanzar sin adecuados acuerdos internacionales, donde el nuevo liderazgo de Biden y Macron luce esperanzador frente al desastre causado por Trump. La tarea central ahora será regresar al redil del compromiso ambiental a China e India, quienes han aprovechado su condición de “free riders” para no hacer mayores esfuerzos anticontaminación tras el rechazo de Trump al Acuerdo Ambiental de París de 2015.