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Aún no termina de comprenderse científicamente el importante papel que cumple la música en fijación de recuerdos, imágenes y sensaciones emocionales, tan profundas que nuestra infancia y juventud están prácticamente permeadas por la música. Nada más emocionante que reunirse con “la gallada” del colegio y escuchar nuevamente las bandas de rock que automáticamente nos transportan al lugar, grupo y las pretensiones amorosas del momento.
El consenso respecto a las otras artes (literatura, poesía, pintura o escultura), es que la expresión artística de la música es más universal (aun sin entenderse las letras de las canciones) y más emotiva; por eso suele ir acompañada del impulso a bailar dicha música y de manera mancomunada. No es casual que la expresión máxima de multitudes ocurra en conciertos musicales (solo equiparable al efecto de contiendas deportivas), requiriendo grandes estadios (50.000 o 100.000 personas vitoreando al unísono… “we are the champions”). Woodstock (1969) puso el récord en cerca de 500.000 personas tomándose dicho pueblo durante tres días; y aun intentándolo replicar en 1979 lo que se tuvo fue un gran fracaso (… obvio, no estaban allí Joan Baez, Joe Cocker, Jimmy Hendrix, Santana ni the Who).
D. J. Levitin (2007) “This is your brain on music” profundiza sobre la idea de que la tradicional separación de tareas entre hemisferios cerebrales derecho (incluyendo aquí las artes y la música) e izquierdo (para matemáticas y lenguaje) tal vez no aplica para la música y se tienen diversos experimentos de neuro-ciencia y psicología apuntando en esta nueva dirección. Más aun, antropólogos y neuro-científicos avanzan en la idea de analizar cómo el desarrollo cerebral ha jugado un papel fundamental en estructuras musicales cada vez más complejas.
No es gratuito que a Occidente le tomara casi dos siglos (XIII-XIV) pasar del “canto-llano” (Ambrosiano y Gregoriano) a la polifonía “fundada” por Monteverdi (A. Tommasini, (2018) “The Indispensable Composers”). De manera similar, “el oído Occidental” requeriría otros tres siglos (XV-XVIII) para digerir el paso medieval hacia el barroco y de allí a la música clásica que llegó al clímax (del momento) haciendo uso Beethoven de “silencios a-sincopados”. Aunque bien podría complicarse todo esto si analizamos las complejas estructuras rítmicas ancestrales de África (Soetho, tan bien explotadas por Paul Simon en “GraceLand”), o las actuales que emanan del Chocó o del reguetón en Colombia.
La capacidad de convocatoria musical ha sido bien explotada por los ejércitos desde épocas milenarias, inicialmente a través de los tambores africanos, los cuernos vikingos o las trompetas triunfales de los romanos. Todos ellos movían los nervios auditivos, el cuerpo y la mente integralmente, generando éxtasis a la hora de iniciarse los combates.
Beethoven era un maestro de esa capacidad de exaltación musical y quería honrar a Napoleón con su tercera sinfonía “Heroica” (en 1803), pero le retiró su dedicatoria ante su autoproclamación de Emperador. Y cuando una “simple” sinfonía se apalancó en el lenguaje lírico, se llegó a la máxima expresión en la IX sinfonía de “Oda a la Humanidad”, celebrando ahora su bicentenario.
Por todas las anteriores razones, quise poner la música al servicio del conocimiento de la economía y opté por diseñar un Ecaes-musical, buscando despertar en los estudiantes de economía (prontos a graduarse) su apalancamiento cognitivo. Así que invito al público interesado en combinar música con conocimiento económico a realizar esta breve prueba (de unos 15 minutos) ver: https://bit.ly/ECAES_musical
Allí encontrarán un módulo de preguntas relacionadas con temas tributarios-fiscales y estará inspirándolos, ni más ni menos, que los Beatles con su canción “Tax-Man”. Esta canción fue escrita por George Harrison, quien se caracterizó por ser introvertido y místico; pero fue él quien se preocupó por la incidencia que tendrían los mayores tributos impulsados por el ministro de Hacienda de la época en Inglaterra (1966, Mr. E. Heath).
El segundo módulo de preguntas se refiere a temas monetarios, el cual estará “amenizado” por el conocido grupo Pink-Floyd con su gran éxito “Money”, que como bien decía Pambelé no compra la felicidad, pero hay que ver “… cómo ayuda”. Y para salirnos del modulo tradicional ortodoxo de lo fiscal y lo monetario, hemos incluido un moderno modulo sobre “economía del comportamiento”, haciendo honor a los premios Nobel de economía de 2002 (Kahnemann, recién fallecido) y Thaler (2017).
Como es bien sabido, esta escuela explora el comportamiento algo irracional que tenemos los humanos por sesgo de comprobación, miopía decisoria e “impulsos animales”, lo cual ha puesto a prueba los principios de “optimización y expectativas racionales”. Aquí el “soundtrack” está a cargo de “Solamente Juan”, un gran cantante español de los años setenta (… detállense cómo este cantautor anticipó por décadas los postulados de dichos premios Nobel). Y, por último, no podían faltar nuestros cantantes autóctonos, allí representados por “Los Carrangueros del Ráquira”, donde Veloza retrató el drama de la migración rural-urbana de las “Cuatro Estrategias” de Pastrana (1970-1974). La economía, con música, es más profunda y amena!!!