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En la misma senda de otras conquistas laborales en el mundo, en Colombia se determinó la disminución de la jornada laboral a 42 horas en 2026. El mayo francés insinuó, entre líneas: “¿Para qué un aumento salarial, si no hay tiempo para gastarlo en papas fritas?”, contraindicando la lógica de que el mayor ingreso redunda en más bienestar. El tiempo libre se reclama a la ligera sin tener claro su uso y beneficio. Borges dijo en un poema: “¿Qué sería del cielo sin los ojos?”, en similar ejemplo, el tiempo necesita del goce y el aprecio conscientes, para ser vivido.
Los modelos sociales plantearon como óptima la ley de los tres octavos: Ocho horas para trabajar, ocho para el ocio y ocho para dormir. La compulsiva regla, no admitió controversia hasta que los sindicatos reclamaron disminuir la jornada, aludiendo al ocio de manera imprecisa, relacionándolo con la pereza, de la que tanto nos advirtieron con el mantra materno de: “La ociosidad es la madre de todos los vicios.” El ocio se asimila al “no hacer,” apenas conciliamos los términos ocio y descanso. Descrito por la filosofía como la oportunidad de sabiduría y bienestar, el ocio, una vez aclarado, conlleva a discernir en cuanto a si, ¿Estamos preparados para él?, será más bien que ¿Solo queremos tiempo de sobra? El tiempo es oro, pero ¿de cuántos quilates es mi tiempo, frente al de otros?, ¿Es intercambiable por cuales cosas?, ¿Para qué dinero si no se puede disfrutar? Me sumo a esta pregunta, cambiando la variable dinero por la variable tiempo, entonces: ¿Para qué tiempo si no sé cómo disfrutarlo?
La consciencia del tiempo adicional exige el ejercicio elemental de preguntarse, ¿Tiempo libre para qué?,¿Para reparar fuerzas?, ¿Fomentar la unión familiar y las calidades humanas?, ¿Abstraerse de la realidad laboral y de la vida?,¿Para hibernar en la oscuridad del cuarto? El ocio debe ser un acto consciente y no debe malgastarse en retracción y extravío. Cronos, dios griego del tiempo, fue condenado a recorrer el mundo y a medir la eternidad solo. Mientras envejecía, recordaba a los mortales el implacable paso del tiempo que terminaría llevándolos al ocaso de la vida. No reclamen el tiempo libre para envejecer, según he oído en los mayores, tiempo es lo que hay en la vejez.
Si no hemos reflexionado sobre la vida y los conceptos del tiempo, goce y disfrute; la nueva jornada nos tomará mal parados y el tiempo disponible, se volverá carga y angustia. Por eso los “trabajólicos”, no soportan el silencio y las preguntas que surgen en la quietud. Tiempo extra sin reparar en su beneficio, se equipara al pan para el que no tiene dientes. Decía Agustín de Hipona, “donde no hay movimiento, no hay tiempo tampoco”, el tiempo libre no debe ser un espacio para congelarse, de hecho, agregaba el hiponense: “y en cuanto al presente, si siempre fuera presente y no pasara a pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad.” Disfruten.