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La economía colaborativa es una nueva tendencia, que día a día gana más adeptos y que hace que los bienes y servicios se optimicen. Así, se aprovechan eficientemente muebles e inmuebles subutilizados. Incluso los servicios pueden ser considerados bienes de intercambio. Complementariamente, con plataformas innovadoras han surgido grandes empresas que unen la demanda con la oferta, tales como, alquiler de alojamiento (Airbnb), compartir vehículo (Uber), financiamiento colectivo (Verkami) y servicios personales (Rappi).
Algunos desarrollos de la economía colaborativa nacen de reflexiones elementales, como ¿por qué no llevar a otras personas en el carro cuando me desplazo del trabajo a la casa y además cobrar por dicho uso?; estando en vacaciones, la vivienda queda desocupada ¿por qué no rentarla por unos días?; teniendo ingresos para pagar costos asociados a estos bienes.
Además, de manera importante abarca a la finca raíz, particularmente con los espacios colaborativos de oficinas o coworking (como Wework) y con la vivienda colaborativa o cohousing (como 33 DC). Es dentro de este marco donde aparece la vivienda colaborativa, como un nuevo modelo social y económico.
Pues bien, actualmente el precio de la tierra y de las edificaciones nuevas es cada día más costosos. Las viviendas antiguas o de área grande, tienen espacios que no se usan con mucha frecuencia; para no tener que pagar por este espacio, cuando se adquiere o toma en alquiler, el sector inmobiliario ya ha empezado a generar nuevas soluciones con arquitectura apropiada.
Los espacios privados son mucho más pequeños, complementados con zonas comunes especializadas y generosas espacialmente, que suplen sus necesidades. Cada día con más servicios que antes hacían parte del área privada de la vivienda, tales como lavandería, cocinas comunales, espacios para trabajar, terrazas, salones audiovisuales, cafeterías, entre otros. Hacen que este modelo de vivienda sea mucho más atractivo, pues con una vivienda de menor tamaño y más económica, se tienen todas las facilidades necesarias para vivir con mayor comodidad con el uso compartido de zonas y servicios comunes.
La vivienda colaborativa es interesante por la generación de sentido de comunidad y pertenencia sobre los espacios comunales que pasan a ser cohabitados. Ya no son simples espacios funcionales, sino que se convierten en lugares de encuentro con los vecinos. Actividades básicas como cocinar o comer, ver películas, trabajar, estudiar o simplemente dejar pasar el tiempo; cambian de percepción en estos lugares ofrecidos en el nuevo modelo.
Ejemplo internacional emblemático es un edificio diseñado por la arquitecta, líder en cohousing, Grace Kim, ubicado en Seattle (EE.UU). El proyecto cuenta con una gran cocina comunal, la copropiedad se puso de acuerdo para que las cenas se hagan en este espacio tres veces por semana y que cada vecino se encargue de una cena de manera rotativa. Así, cada propietario debe preocuparse por comprar y cocinar solo una cena cada seis semanas.
En Colombia, existen varios proyectos inmobiliarios que están ofreciendo estos modelos de cohousing. Esta tendencia es el futuro, poco a poco dejará de estar segmentado para adultos mayores o estudiantes y será atractivo para todo tipo de vivienda. El cohousing es entonces, una buena experiencia que crea lugares de vida comunitaria y contribuye a la eficiencia económica.