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La inteligencia artificial (IA) es tecnología diseñada para realizar determinadas operaciones que son propias de la inteligencia humana, como el aprendizaje. Esta hace referencia a sistemas informáticos que buscan imitar la función cognitiva humana a través de máquinas procesadoras y software con el objetivo de realizar tareas de procesamiento y análisis de datos.
Si bien, su desarrollo puede transformar la gestión ejecutiva, del aprendizaje, del entorno empresarial y académico, y por supuesto el mejor funcionamiento de máquinas y sistemas que impactan la vida humana, para mi caso, me he acercado a la IA, a manera de ejemplo, porque mi hijo menor concluyó una maestría en diseño arquitectónico con énfasis en robótica e inteligencia artificial; de igual forma, estudiando temas de ciudad, como en el manejo de la semaforización ha contribuido a mejorar la eficiencia de la movilidad (caso Bogotá).
En el planeamiento urbano, la IA puede analizar grandes cantidades de datos, como información demográfica, patrones de datos y datos ambientales para comprender mejor las necesidades y demandas de una ciudad. Esto puede conducir a la identificación de áreas de mejora, como la optimización de transporte público, la planificación de la infraestructura y la gestión de los recursos naturales. La IA tiene el potencial de mejorar el planeamiento urbano y la vivienda, permitiendo mayor eficiencia, sostenibilidad y calidad de vida.
Me ha impactado el exitoso ChatGPT que es un prototipo con modelo de lenguaje de IA, recientemente desarrollado que se especializa en el diálogo y en producir escritos rápidos. Modelo de lenguaje ajustado con técnicas de aprendizaje, que me expuso otro hijo, con quien hicimos pruebas sorprendentes. Su uso ha logrado más de cien millones de usuarios en tan solo dos meses después de su lanzamiento.
Sin embargo, como este sistema está diseñado para predecir la secuencia más probable de palabras que responda a la pregunta que se le presenta, genera preocupaciones de política pública: (i) Algunos usuarios asumen que la información que obtienen como respuesta es verdadera, aunque el objetivo del chat no es responder con veracidad ni comprobar sus fuentes; (ii) la protección de propiedad intelectual se ve amenazada pues no se considera al autor de la información tomada por el sistema (iii) las instrucciones que pueden darse no tienen un alcance acotado, por lo que podría solicitarse cualquier acción, sin ninguna clase de monitoreo o regulación y (iv) requiere poder computacional excesivo, lo que genera incrementos en el uso de electricidad, entre otros.
La ética en el uso de la IA se relaciona con la toma de decisiones automatizada, los algoritmos de IA pueden tener cercos inherentes debido a los datos en los que se basan, lo que podría llevar a decisiones discriminatorias, por ello es fundamental garantizar que los sistemas de IA sean transparentes, justos y responsables. También es necesario considerar la privacidad y la seguridad de los datos en el contexto de la IA en el trabajo.
En suma, la IA está revolucionando la forma en que trabajamos, pero también plantea desafíos éticos y de política pública que deben primar para su uso.