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Política y religión son dos temas tan difíciles, tan espinosos, que la etiqueta recomienda no abordarlos en la mesa, porque uno y otro apelan a la fe, a la convicción, a la médula irracional. Por eso, la mezcla de espiritualidad y militancia a menudo tiende a derivar en engendros y esperpentos.
Es que las convicciones religiosas ostentando algún poder, grande o pequeño, suelen resultar más arrogantes, más sórdidas y hasta más criminales que muchas otras dimensiones humanas: los talibanes afganos destruyendo los budas milenarios de Bamiyán, los ayatollahs ordenando asesinar a Salman Rushdie por haber escrito “Los versos satánicos”. El papa Julio II organizando el mapa de Europa con sus ejércitos y sus intrigas diplomáticas. El procurador Ordóñez quemando libros, haciendo listas negras con los nombres de las madres abortantes y de las parejas del mismo sexo que se quieren casar. El padre Chucho casi llamando a la violencia contra el alcalde de Kennedy y proclamando que él y Dios están por encima de las leyes.
Confieso que los hoy llamados “cristianos” (que siempre fueron “protestantes” y de tres o cuatro décadas hacia acá se quedaron con el nombre completo del aviso) me asustan un poco con el discurso de un diablo desatado y responsable de todos los males (qué buena forma de eximir de responsabilidades a los políticos, a los dueños de la economía, y a la gente en general sobre sus propias bajezas y debilidades); me asustan con su tendencia a acudir al argumento único e irrebatible de las sagradas escrituras, que no deja espacios para un debate razonable, y su soberbia convicción de que hablan a nombre de Dios. Saben que Dios, como siempre, se va a quedar callado. Esa es su ventaja.
Me molesta también su clientelismo en alguna forma parecido al de los demás ‘padres de la patria’. Estos últimos tienen clientelas cautivas que votan por ellos elección tras elección con el riesgo de perder los auxilios y los puestos si no lo hacen. ¿No es acaso similar llamar desde el púlpito a votar por uno mismo a una comunidad que se comporta gregaria y temerosa por la eventualidad de perder los gozos del reino de los cielos?
El escándalo de esta semana por la pastora María Luisa Piraquive, madre de Alejandra Moreno, fundadora del Mira, defendiendo sin matices que está bien discriminar a las personas por cuenta de su físico, terminó desnudando varias cosas interesantes, pero también preocupantes y hasta vergonzosas en esa mezcla de política y religión que constituye este movimiento. La primera es el escasísimo nivel y alcance del discurso de su iglesia.
Decía la señora en un servicio del domingo: “(…) Hablemos de la parte física. Hay gente que llega a la iglesia sin un ojo, sin un brazo, con algún defecto físico. Ustedes no pueden nombrar a esa persona como un predicador que se suba al púlpito. Por causa de la consciencia, eso queda mal. Cuando decimos causa de la consciencia es el qué dirá de la gente. Porque la gente va viniendo y se van a asustar y no les va a agradar (…) ‘no me gusta esta iglesia’ y no vuelven. Otros dirían por causa de la estética. Entonces no le ponemos allí en el púlpito (…) Es el Espíritu Santo quien lo ordena”.
Piraquive mete en el mismo saco, y con una enorme pobreza semántica y gramatical, a la consciencia, la estética, el qué dirán y al Espíritu Santo, para concluir que un discapacitado se ve feo en el púlpito y espanta a los feligreses. Aparte de prejuiciado, segregacionista, es terriblemente pretencioso y contrario a la finalidad espiritual de cualquier sermón. También es ridículo pregonar aquello de que solo lo bonito, lo armonioso puede difundir la palabra de Dios. Y Doña María Luisa no es propiamente un paradigma de la estética…
Con el paso de los días, empezamos a saber más cosas: el senador Carlos Baena, también del Mira, en un video de 2006 afirma que para conseguir los votos hay que actuar como los políticos malos y hace casi un llamado al constreñimiento del sufragio y a algo parecido al trasteo electoral.
Después supimos que doña María Luisa tiene una casa en Miami que vale seis millones de dólares. Eso no es ilegal, pero ¿qué opinará Jesús? ¿No fue él quien dijo que no se podía servir a dos señores: a Dios y al dinero?
Ayer, un Fiscal de la Unidad Nacional contra el Lavado de Activos y Extinción de Dominio citó a interrogatorio a Carlos Alberto Baena y María Luisa Piraquive, representantes legales de la iglesia, por posible enriquecimiento ilícito y/o lavado de activos. Esto, debido a las inconsistencias de sus informes contables presentados a la Dian.
Y el maravilloso colofón lo entregó el pastor Javier Giraldo, también ayer, en su sermón en un templo del barrio Quirigua para disculpar a la pastora Piraquive: “¿Perdón por qué, a cuenta de qué?; si la Biblia lo dice es así, pues es el reglamento (...) El diablo gobierna los medios de comunicación…”