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Yo puedo entender que un país se pueda derechizar, esto es virar hacia la derecha ideológica por situaciones y coyunturas particulares. La política es pendular y la historia se mueve por ciclos. Lo que no puedo entender, a pesar de pensarlo y repensarlo, es que un país termine amoralizándose, volviéndose amoral, esto es, renunciando a toda diferencia entre lo que está bien y lo que está mal.
Los repugnantes episodios de los últimos días alrededor del hacker que trabajaba en la campaña de Óscar Iván Zuluaga desnudaron, ya sin titubeos ni atenuantes, que el uribismo es intrínsecamente amoral, que no se detiene ante nada y que no repara en escrúpulos para conseguir los objetivos. Si para obtenerlos hay que arrasar todo, desestabilizar el país, atropellar el Estado de Derecho, acabar la paz política, mentir, aniquilar moralmente, manipular, etc., no importa. “Bendito sea mi Dios”.
Me llama la atención, especialmente, la capacidad para mentir, para armar fábulas, tejer teorías truculentas y echarlas a rodar. Y lo consiguen, a pesar de que muchas atentan contra el sentido común y la evidencia, o son cosas reprochables que el anterior Gobierno también hizo. Y ni siquiera se sonrojan al decirlas. No voy a recabar en ese punto por suficiente ilustración, pero sí dejo constancia de mi asombro (y risa) cuando escucho a Uribe o sus alfiles asegurar que Santos le quiere entregar el país (y el continente, decía Londoño antes de que lo sacaran a escobazos de El Tiempo) a un complot castro-chavista, y el Gobierno a las Farc. Por Dios, ¿qué inocente puede creer que uno de los hijos epónimos de la oligarquía bogotana tiene ese plan? Con lo de la famosa “mermelada” de Santos al Congreso ya fue el colmo. Hablar de mermelada él, que repartió las notarías, que les entregó Estupefacientes a los godos con el subsecuente saqueo, lo mismo que en la Dian; él, que dejó pasar agachado lo de Agro Ingreso Seguro, y repartió otras mermeladas cuando se quiso reelegir en 2006…
Mentir es un arte mayor, y nadie consigue hacerlo bien todo el tiempo, ni durante mucho tiempo. Eso queda comprobado con este deplorable sainete del actual proceso electoral, cuando Uribe proclama que a la campaña de Santos entraron dos millones de dólares de narcos, y cuando la Fiscalía le pide entregar pruebas, acude al búnker a lustrarse los zapatos y a decir que no entrega nada porque no tiene garantías. ¿Qué garantías se requieren para poner una denuncia? Y, al final, como si nada, admite que no tiene pruebas, sino muy buena información.
Y lo del hacker ya es tragicomedia máxima y torpeza extrema. Contratan un oscuro personaje para que espíe de manera cibernética a los contendores, pero también para hacerles guerra sucia, y quizá para bloquearlos. También, a la gente que está buscando la paz en Cuba. Manda a RCN a su amigo del alma, Luis Alfonso Hoyos y al hacker para que filtren información contra Santos y quedan grabados a la entrada. Pero Óscar Iván dice que él no conocía al hacker, aunque luego haciendo memoria dizque lo saludó rápidamente una vez. Entonces, sale a la luz la prueba reina: lo conocía, se reunía con él, le preguntaba por la familia, se enteraba de información secreta del Estado, de inteligencia militar, discutían estrategias para joder al contendor. Me llaman la atención varias cosas del episodio: una, que un hombre honorable ante una mentira rampante saldría enfurecido a aclarar las cosas de inmediato; Zuluaga esperó 24 horas en silencio para leer un comunicado soso y no respondió nada más. Dos, que desde esa campaña están hablando muchas voces y ni siquiera se ponen de acuerdo en lo mínimo: Jaime Granados dice que no está seguro de que el personaje en la cinta sea Zuluaga, pero Pacho Santos dice que sí, que el candidato se equivocó al negar que conocía al hacker, pero que “es un gran valiente” al admitir que nos mintió. El mismo Pacho asegura que a Zuluaga lo llevaron engañado a esa reunión para emboscarlo. Hombre, Pacho, a esa reunión lo llevaron Hoyos, y su hijo David Zuluaga. ¿Será que ya no se puede creer ni en la familia?
La teoría en la que parecen ponerse de acuerdo es que a la campaña la infiltraron, o sea que ellos son las víctimas. Pero esto implica que es el propio hacker el traidor, a pesar de la evidencia de que es un uribista convencido. Por otro lado, decir que la campaña fue infiltrada es admitir de antemano que el video es auténtico. ¿O los infiltraron para grabarlos y encima hacer un montaje de una reunión que no existió?
Puedo entender que el uribismo y la política sean amorales (aunque ya estén abusando), pero no que la gente haya perdido la diferencia mínima entre lo que está bien y lo que está mal. “Pase lo que pase votaré por Uribe -escribía una amiga mía en Facebook antenoche- por lo que él representa…” Uff. Y otros siete amigos de ella le ponían un “de acuerdo”.