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Colombia es un país joven: en tres semanas tendrá 50 millones de habitantes, de los cuales 75%, 37 millones, con una edad por debajo de 45 años. La conclusión parece obvia: podrían ser la fuerza política y social que definiera la ruta del futuro. En otras palabras, dirigir los asuntos o más claro, determinar el gobierno y el modelo. No sería ni siquiera por interés político, sino solo por conveniencia del bienestar futuro de esa mayoría.
Desafortunadamente, no parece ser así. La actitud de una muy buena parte de esa mayoría es cuestionar y criticar la suerte que les ha tocado vivir y culpar a los mayores, a los políticos, a los empresarios y gobiernos de lo poco o nada que han hecho. A lo mejor tienen razón, pero es una actitud facilista, lastimera y poco comprometida, si en realidad quieren un país mejor, más justo y con mayores oportunidades de progreso para ellos mismos y sus hijos. Emprendimiento, economía naranja y educación caben muy bien para el futuro.
Es irónico. Hoy el presidente es de ese grupo, 43 años, el mandatario más joven que ha tenido el país, decente, honesto, brillante intelectualmente, no contaminado y con una capacidad de conversación y diálogo no polarizante sin antecedentes, que la izquierda ni puede digerir. Esa sociedad, que se supone moderna, global y que proyecta su futuro podría aprovechar este momento para arrancar el proceso de transformación que tanto pregonan. Y darle el golpe a las mañas del pasado, que a decir verdad Duque también ataca, casi en solitario.
Hay evidencias de Duque piensa así. Por primera vez en la historia de nuestro país, un equipo ministerial no se clasifica en función de cuotas políticas sino de acuerdo con sus capacidades técnicas y académicas, lo cual es un cambio de unas dimensiones muy importantes en el manejo de los asuntos de Estado. Sin embargo, para quienes su objetivo político no es otro que impedir que el país progrese y las cosas funcionen, se alega la falta de gobernabilidad de Duque dizque porque no hay un “pacto político” como el que pidió Roy Barreras para “mantener” a un ministro, pero que el ejecutivo no accedió al chantaje. Otros dirigentes alegan la supuesta falta de gobernabilidad porque los rótulos ministeriales no tienen color partidista y piden al presidente una crisis ministerial. Ni más faltaba que se retorne al “manido” modelo de cuotas, sin que ello impida llegar a unos acuerdos programáticos con algunos grupos con ideas compartidas con el ejecutivo. Por eso es extraña la doble moral de algunos que tienen como bandera la “guerra a la corrupción” y a renglón seguido quieren espacio en el gobierno, que no es otra cosa que una manguala concertada. Ni más faltaba.
Algo más, muy destacable en el gobierno, cuyas bondades se verán en el futuro. Por primera vez en la historia de nuestro país, las mujeres tienen un espacio muy especial que se debe reconocer: En el gabinete del presidente Duque de los 17 ministerios, hay 10 carteras ocupadas por mujeres, varias de las cuales han hecho un trabajo sobresaliente como las de Minas, Trabajo, Transporte y Educación. Otras como Interior han tenido que “torear” con entereza a un legislativo mañoso y avispado en su mayoría y las demás están arrancando su gestión. Nadie pide que las mujeres salgan a apoyar al gobierno, pero sino duda que esa factura de manejar 60% del gobierno central en su favor, deberían cobrarla hacia el futuro. Y no solo con la vicepresidenta que tienen a bordo.
No hay que engañarse. Duque representa un peligro para la clase política hambrienta de los recursos públicos que perdió el poder en 2018 y que busca recuperarlo alegando que sin ella no hay gobernabilidad y también para la demagogia populista que quiere torpedear cualquier progreso del país usando la anarquía y el inconformismo inducido, que luego fracasa estruendosamente pero se perpetua en el poder.